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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Fué creada sin duda, como la madre misma nos lo ha dicho, para que fuera también una retribución; un tormento de todas las horas; un dardo, una congoja, una agonía siempre latente en medio de un gozo pasajero. ¿No ha expresado ella este pensamiento en el traje de la pobre niña, que de una manera tan eficaz nos recuerda el símbolo rojo que abrasa su seno?

Dormí, y soñé, y el sueño la tercera Causa le dió principio suficiente, A mezclar el ahito y la dentera. Sueña el enfermo, á quien la fiebre ardiente Abrasa las entrañas, que en la boca Tiene de las que ha visto alguna fuente. Y el labio al fugitivo cristal toca, Y el dormido consuelo imaginado Crece el deseo, y no la sed apoca.

4 El reprende al mar, y lo hace secar, y hace secar todos los ríos; Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano fue destruida. 5 Los montes tiemblan de él, y los collados se deslíen; y la tierra se abrasa delante de su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. 6 ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿Y quién quedará en pie en el furor de su enojo?

Oye, José contestó Manuel , ¿has hallado entre las breñas o cuevas del campo lo que a una mujer pueda tapar la boca? Mira que si lo has hallado no faltará quien te lo compre a peso de oro; por esos mundos no lo he encontrado ni conocido en la vida de Dios. Y se puso a cantar: Más fácil es apagarle sus rayos al sol que abrasa, que atajarle la sin hueso a una mujer enojada.

La cabeza se me abrasa, y parece que me vuelvo toda uñas...». Salieron las señoras. Fortunata vio primero a una de pelo blanco, después a Jacinta, después a una pollita que debía de ser su hermana...; vio terciopelo, pieles blancas, sedas, joyas, todo rápidamente y como por magia. Las tres entraron en el coche, y el lacayo cerró la portezuela. ¡Pero qué cosas!

Padecimientos, he tenido muchos; penitencia, ninguna. De lo contrario, hace tiempo que debería haberme despojado de este traje de aparente santidad, y presentarme ante los hombres como me verán el día del Juicio Final. ¡Feliz , Ester, que llevas la letra escarlata al descubierto sobre el pecho! ¡La mía me abrasa en secreto!

No hay plaza, no hay rincon, no hay calle ó casa Que de sangre y de muertos no esté llena, El hierro mata, el duro fuego abrasa, Y el rigor ferocisimo condena: Presto vereis, que por el suelo rasa Está la mas subida y alta almena, Y las casas y templos mas crecidos En polvo y en ceniza convertidos.

Remedio no tiene lo que hecho habéis; que, de una parte, a esa, que honrada era, y que por vos sin honra gime, dicho se está que la debéis la honra; en cuanto a , yo no os amo; engañada estaba, y harto diferente de lo que sois os creía cuando os amaba, o mejor dicho, amaba en vos un sujeto de mi fantasía: de mi sueño he despertado; el fantasma de mi amor ha desaparecido; la estrella de mi esperanza se ha nublado, y el aliento de mi vida es ya un fuego del infierno que resistir no puedo, que el corazón me abrasa y en la desesperación de los condenados me arroja; que yo, antes de conoceros, el amor no conocía, y cuando le conocí, le amé, y tanto, que en tan poco tiempo, en mi vida, en mi única existencia posible trocose; y cuando le pierdo, cuando veo lo imposible de recobrarle, siento y conozco, sin que me quede ni aun el consuelo de una duda, que sin él vivir no puedo; y ya que sabéis esto, y que comprender debéis si es que ya la pasión, o el empeño, o el vicio y la maldad no os han entorpecido el entendimiento, que vos, causa de mi amor, no podéis ser mi amor, porque en vos no hallo lo que mi alma en el amor hallar deseaba; renunciad a toda esperanza de que yo, olvidándome de quién soy, y de lo que a mi honra y a mi conciencia debo, mi perdón os otorgue, por esposo os reciba y en vuestros brazos me eche.

A la calle, Cosme, á la calle, y no me vuelvas á parecer por la cocina, ni en seis leguas á la redonda, y el señor Gil Pérez, que busque otro acomodo; así escarmentarán los otros oficiales y no dejarán sus cuidados á los galopines. ¿Pero qué es esto? aquella empanada de pollos ensapados se abrasa... ¡ya se ve! ¡si os estáis todos parados, ahí mirándome como á una cosa del otro mundo!... ¿Apostamos á que hoy no tendremos un solo plato á punto que poner en la mesa de su majestad?

Pero lo mejor que ha hecho Moreto, la obra que basta para darle inmortal renombre, es la comedia de El desdén con el desdén. Es una composición dramática de la mayor delicadeza y perfección, en la cual se encuentran reunidas profundidad psicológica y verdad de la pintura del alma con un enredo complicado é interesante, y el esmero más nimio y agradable en los detalles, con una combinación de extraordinario efecto dramático en todo su conjunto. El tema que sirve de base al drama (la desaparición del desdén de una mujer por fingirlo mayor su amante) era ya muy conocido en el teatro, particularmente en Los milagros del desprecio y en La hermosa fea, de Lope, no habiendo ya dudas de ningún género de que estas obras inspiraron á Moreto el primer pensamiento de su comedia (debiendo suponerse también que tuvo presente la de Tirso de Celos con celos se curan); pero este cargo contra él no tiene valor alguno, si se tiene en cuenta que su superioridad en dicha obra es tan grande, que aventaja extraordinariamente á las citadas. Partiendo del supuesto de que el argumento de esta comedia es conocido en todos los teatros de Europa, así como su estructura y combinación dramática, nos limitaremos á hacer algunas indicaciones que prueben la delicadeza de su gusto al imprimir nueva forma en esos materiales preexistentes. Su objeto es demostrarnos que una mujer de carácter frío y opuesta con toda su alma al matrimonio, puede variar de sentimientos y dar entrada al amor en su corazón, poniendo su orgullo en movimiento. Con este fin nos ofrece á la princesa Diana rodeada de tres adoradores: dos de éstos se empeñan vanamente en captarse su favor, tributándola todos los homenajes posibles de la galantería; no así el tercero, el príncipe Carlos, que emprende para lograrlo, por consejo de Polilla, su astuto criado, el buen camino de disimular su amor bajo la máscara de la indiferencia, y de combatir al orgullo con el orgullo. La vanidad de Diana se ofende de la frialdad del Príncipe, provocándola á inflamar su amor para vengarse después del vencido y ponerle en ridículo. Carlos no se muestra muy decidido á desempeñar bien su papel; cree vislumbrar en los artificios de la Princesa verdadera inclinación á él, y le declara su pasión. Diana agobia á burlas al presumido; pero éste, conociendo su yerro, pone de nuevo en ejecución su antiguo plan, y le dice que tan discreta Princesa habrá comprendido que él, lo mismo que ella, sólo ha jugado caprichosamente con un sentimiento, ajeno á su corazón por completo. Esta explicación hiere en lo más vivo el orgullo de Diana, y su empeño en humillar al Príncipe se convierte poco á poco en verdadera pasión; emplea sucesivamente todos los medios, eficaces á su juicio, para inspirar á Carlos amor; pero éste, costándole mucho trabajo dominarse, no se despoja de su máscara de indiferencia. Después que Diana ha apurado todos sus recursos para conquistar su corazón, apela con el mismo objeto á los celos, y le declara que está decidida á complacer á sus padres casándose con el príncipe de Bearne. Carlos, sabedor por su criado del fin verdadero que se propone la Princesa, se muestra tan impasible como antes, y le replica que él ha tomado una resolución análoga, puesto que se propone dar su mano á la bella Cynthia, dama de la Princesa. Esta respuesta pone fuera de á Diana: sus celos y su malevolencia revelan la llama que la abrasa. Carlos cree entonces que la victoria es ya suya. Para obligar á Diana á revelar con franqueza sus sentimientos, hace saber al príncipe de Bearne que ha sido el elegido para esposo por la Princesa. En el momento en que el afortunado galán comunica al padre de Diana la resolución de su hija, se presenta ésta en el fondo de la escena. Sólo Carlos la ve atisbando, y declara que, si bien se estimaría feliz de poseer la mano de Cynthia, deja la decisión de este asunto á la voluntad de Diana.

Palabra del Dia

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