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Pero alguno tiene que ganar, replicaba el tahur Aristorenas; ¡en ganar está la gracia! ¡Pues ganan ambos, sencillamente! Eso de ganar ambos no lo podía admitir Martin Aristorenas, él que ha pasado su vida en la gallera y siempre ha visto que un gallo perdía y otro ganaba; á lo más puede haber tablas.

El torero, el contrabandista, el jugador ó tahur y el guerrillero son en España hijos de las instituciones. El sistema económico, tan vicioso en España, ha hecho nacer al contrabandista como el contrapeso de la voracidad y codicia del fisco. Las plazas de toros son explotadas como elementos fiscales ó rentísticos.

La tercera de misma, fecha en 1626. La casa del tahur, con licencia de 1621. Auto de la Inquisición. Representóse en esta corte año de 1624. Auto de la jura del Príncipe. Hízose en los carros de Madrid, año de 1632. D. Agustín Durán poseía: Los carboneros de Francia, de Mescua, copia de 7 de marzo de 1608, y además: Hero y Leandro. Cuatro milagros de amor, y El clavo de Joel, del mismo.

Tendido entre las patas del caballo, En vez de sangre revolcado en vino: Tales son tus proezas, vil lacayo; Tales tus hechos son, vil asesino. Escoria de la fragua de los vicios, Tahur, ladron, borracho y asesino! Tu eterno compañero es el suplicio; Traicionar á los libres, tu destino. Ojos de gato, lengua de serpiente, Garras de tigre, boca de lagarto!

Y aunque nadie hubiera podido explicar la razón de ser de esta supremacía de que gozaba Currita en la corte, sin embargo, con esa vergonzosa condescendencia para el escandaloso que es a nuestro juicio el pecado capital de la alta sociedad madrileña y el origen y fuente de sus deformidades, todo el mundo, desde el caballero cumplido hasta el tahúr elegante, desde la dama honrada hasta la hembra sin decoro, se sujetaban a ella de modo más o menos directo, sin dejar por eso de proclamar que en belleza la aventajaban todas, en alcurnia la igualaban muchas, en riquezas la superaban bastantes, y sólo en audacia y desvergüenza caminaba siempre la primera... ¿Sería, pues, esta la razón de ser de aquella supremacía? ¿Sería que a fuerza de ver refinado el vicio y respirar la atmósfera de escándalo llegan ciertas sociedades a la aberración de aquellos pueblos bárbaros que prestan su homenaje más profundo y su culto más entusiasta al ídolo más monstruoso?...

Caballero miliciano, yo soy el hombre de ciencia y usted es un doceañista en conserva.... Chomel admite, y con él todo el que tenga dos dedos de frente, que en las enfermedades de los borrachos es imprescindible la administración de los espirituosos.... ¡Pero si yo niego la menor, so alcornoque! En medicina no hay mayores ni menores, ni judías ni contrajudías, señor tahúr.

Decidido, pues, al lance, resolvió llevarle a cabo enseguida. Supuso además que el conde, forastero y vicioso jugador, sería muy posible que estuviese aún en el casino hecho un tahúr, a pesar de lo avanzado de la noche, y D. Luis se fue derecho al casino. El casino permanecía abierto, pero las luces del patio y de los salones estaban casi todas apagadas. Sólo en un salón había luz.

Por el hábito que tengo replicó el Canónigo, si estoy por decir que ha entrado en esta casa alguna legión de demonios invisibles que os van a todos revolviendo la sangre. ¿No comprendéis, hijo mío, que ese sandio y tahúr de don Enrique y esa bestia furiosa de Bracamonte no hacen sino vomitar en palabras el hondo despecho de no haber merecido honor alguno en su vida? ¿Y no se os alcanza también que, así como fijen ese alevoso pasquín que leyeron, serán uno y otro degollados por mano de verdugo, con algunos incautos que han dado en seguilles?

Su argumento es sencillo. Farjolle, tahúr de profesión, se enamora de una planchadora llamada Emma, con quien se casa, y lo hace sin escrúpulos, seguro de que los celos retrospectivos no han de atormentarle. Farjolle que es pobre, ya no frecuenta los garitos, pero su espíritu de jugador continúa, esperanzado y alegre, aguardando «la suerte». Esta llega al fin.

Los pueblos desmolados se echaban a morir. Avila, Toro, Córdoba y Granada se negaron a aceptar el encabezamiento de 1576. En las naciones extrañas el solo nombre de Felipe Segundo hacía palidecer a los banqueros. Los Fugger dieron por fin un nudo a la bolsa y volvieron la espalda. Otros no sabían si continuar o romper para siempre, como el judío que ha prestado a un tahúr de luenga espada.