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Llegado este momento, el peso del árbol activa su propia ruina; las largas raíces que se sujetaban al suelo del prado tienen que resistir á un esfuerzo cada vez mayor; ceden primero por un punto, luego por otro, y el árbol se inclina cada vez más.

Mas el hijo del brigadier era tan dichoso con aquella reconciliación y con la perspectiva de vivir en la misma casa de su hermana, que prefirió creer que también su madrastra se enternecía y se gozaba en tenerle nuevamente por hijo. Cuando más embebido se hallaba en la conversación, sintió que unas manos chiquititas le sujetaban la cabeza por detrás, y se la despeinaban con furia.

Seguramente habían cortado las amarras que sujetaban la escala por la parte de fuera. ¡Me han hecho traición! exclamó el gitano, y sus ojos se volvieron hacia la monja, que estaba arrodillada, con las manos juntas, pálida, inmóvil, la mirada fija, la respiración suspendida.

No fué esto por humanidad, sino porque los obreros que sujetaban con garfios de hierro las rocas aportadas por él exigían descanso. Gillespie pudo vagar durante la mañana por la costa inmediata al puerto. Un buque de guerra navegaba paralelo á la orilla para cortarle el paso si se echaba al agua. Una máquina aérea le seguía con perezoso vuelo.

¡Perdón!... ¡perdón!... ¡No quiero morir! El suboficial levantó el sable y volvió á bajarlo rápidamente... Una descarga. Freya se dobló, resbalando su cuerpo á lo largo del poste hasta quedar tendida en el suelo. Las balas cortaron las cuerdas que la sujetaban. Su sombrero, como si adquiriese una vida repentina, había saltado de la cabeza, yendo á caer unos cuantos metros más allá.

Sus compañeros le sujetaban; querían llevársela. El mozo echaba fuego por los ojos. ¿Qué es eso? preguntó Petra. Nada dijo uno celucos. gritó una joven pero si ella se descuida la ahoga. Bien merecido lo tiene; es una tal. El joven de la blusa azul salió del paseo, a viva fuerza, casi arrastrado por sus amigos.

Todos los amigos, compadres y vecinos, le agarraban para que no realizase su venganza paternal. Juraba, ponía los ojos en blanco, pedía una pusca de dos cañones bien cargada de plomo para matar a los fugitivos, una churí afilada para cortarles el cuello, y no se movía del sitio, a pesar de que los amigos apenas si le sujetaban, limitándose a dictarle prudentes consejos, como era costumbre.

Había en ellos energía, vigor, constancia, empeñoso esfuerzo. Y así, durante su juventud, lo mismo sujetaban un «rodeo» con espíritu varonil que dirigían con sencilla elegancia un cotillón. Bajo el guante blanco advertíase la vitalidad de las manos dominadoras de toros. En aquellas manos veía la mujer un firme apoyo y en aquellos corazones una inalterable y noble constancia.

Y debatiéndose entre los hombres que la sujetaban para que no acometiese a Rafael, hundía las manos en sus harapos buscando el dinero, con una falsa precipitación, con el firme propósito de no encontrarlo. Mas no por esto era menos dramática su actitud. ¡Tómalo, perro roío!... ¡Ahí va, y así cada peseta se te güerva un mengue que te muerda el corazón!

Y oficiales, y sargentos, y paisanos rodeaban á aquel hombre, que pugnaba por escapar, y al que por lo mismo sujetaban con mayor fuerza, abrumándolo á preguntas, reconvenciones y dicterios, que no le arrancaron contestación alguna. ¡Llevadme á la Capitanía general! ¿Cómo Parrón?... ¿Qué dice este hombre? Venid y veréis.