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Contra la gallera ha crecido ahora una campaña que no proviene del aumento de la pasión por esta plaga, sino de un aumento del número de sus enemigos. Nadie puede decir que ha aumentado el juego de gallo; es fácil probar que ha disminuido; el número de días permitido por la ley es hoy insignificante comparado con el de pocos años atrás.

Y de mucho mérito, señor. Lo traigo desde Panamá y espero ganar mucho con él en la gallera de Bogotá. Pido gracia. Y en obsequio a los intereses de mi vecino, pasamos el resto de la noche en blanco, con los oídos destrozados y esperando ansiosos el alba, que al fin apareció. Tal fue la «noche de Consuelo». Las últimas jornadas En hotel del Valle. De Guaduas a Villeta. Ruda jornada. La mula.

El vencedor se echa sobre él y canta en señal de victoria, no siendo extraño que el herido se levante y se vuelva contra su enemigo, y si este huye, como sucede algunas veces, pierde y es condenado á ignominiosa muerte, desplumándole y colgándole de esta suerte fuera de la gallera.

Es idéntico a lo que ocurre cuando al pié de un poste portador de corriente eléctrica se coloca este letrero: "Peligro de muerte." Tal aviso deja perfectamente indiferente, y no le sirve para su seguridad, al individuo que no sabe leer. Quien lo pueda leer conoce el peligro; el que no sabe leer no se aprovecha del valor higiénico del letrero. Por qué crece la campaña contra la gallera

Pero alguno tiene que ganar, replicaba el tahur Aristorenas; ¡en ganar está la gracia! ¡Pues ganan ambos, sencillamente! Eso de ganar ambos no lo podía admitir Martin Aristorenas, él que ha pasado su vida en la gallera y siempre ha visto que un gallo perdía y otro ganaba; á lo más puede haber tablas.

Por ningún dinero se desprende de su gallo favorito, y algunos poseen hasta media docena de estos inapreciables tesoros, á cuyo servicio se les ve exclusivamente dedicados. Para estas riñas, cada pueblo tiene su gallera, que produce al Gobierno una renta bastante considerable.

Entonces se le ocurrió una idea feliz: se dedicó a criar gallos de pelea. Como tenía dinero a mano, adquirió presto una regular gallera. Encargó buena parte de los gallos ingleses a Antequera, porque le informaron que allí cultivaban las sangres más finas y puras. Se adiestró en el cuido y preparación de los gallos para el combate.