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Tenía una puertecilla angosta, todavía marcada en el muro; por esta puerta se entraba a un zaguán, que más bien era pasadizo estrecho, de apenas dos metros de anchura y ocho o diez de largaria, por el que discurre, soterrado, un arbellón que conduce las aguas llovedizas desde el patio a la calle.

En línea recta se extendía la pequeña pared del convento; y en su extremo una puertecilla estrecha, que servía de ingreso al claustro, estaba completamente obstruida por un regular gentío que hormigueaba allí en formas oscuras y movedizas, acompañadas de un rumor sordo o gruñido chillón, como de plebe menuda que se impacienta. Eran los pobres que esperaban la sopa boba.

¡Se tragó la parrtida! pensó el tío Frasquito . Mañana sabe todo Parrrís que no tengo dientes. Y afligido con esta idea, entróse atropelladamente en su cuarto, encendió la luz y corrió a asegurar la puertecilla de comunicación por la parte de dentro, temeroso de que el importuno vecino acechase sus secretos.

El cochero quitó la manta á los caballos, les puso las riendas y enseguida montó en el pescante, un poco aturdido por la oscuridad y por el vino. Empezaba á quedarse dormido, cuando se abrió la puertecilla y una señora muy tapada y que hablaba con alguien que se quedaba en el jardín, abrió vivamente la portezuela del coche y montó.

Los cajones estaban abiertos y todo indicaba los preparativos de un viaje. Mauricio pensó "Está ya en el coche." Cogió su abrigo y un sombrero y bajó vivamente. Salió por la puertecilla, volvió la esquina de la calleja y no vió coche alguno. Supuso que el cochero, habría entendido mal y esperaría, acaso en el otro extremo de la calle, y corrió á cerciorarse. La callejuela estaba desierta.

Aun el hombre más animoso hubiera vacilado antes de salvar aquella frágil barrera, pero Duguesclín puso fin á toda indecisión abriendo de golpe la puertecilla. ¡Hacia la torre, á la carrera! gritó. ¡Los dos arqueros delante, mi esposa entre los dos escuderos y los señores de Reiter y Morel á retaguardia, para contener á esa gentuza!

Seguía mirando la puertecilla del archivo con ojos melancólicos, como si fuese a llorar sobre la ruina de la música. Y ahí dentro, Gabriel, hay obras notabilísimas que no deben morir mientras en el mundo exista el arte.

Aquí hace mucho frío. Vamos donde quieras. Se cogió el marino del brazo del médico, y se hundieron ambos en la breve puertecilla de la cámara. Dentro del fumador se sentía más intenso trepidante el resuello del buque y quedaba confusa y apagada la voz grave del mar.

Hecha esta operación, comenzó el tío Frasquito a desprenderse de sus accesorios componentes para meterse en la cama; mas antes, en puntillas y ya en mangas de camisa, hizo un tercer viaje de exploración a la puertecilla sospechosa; el vecino parecía tranquilo y el tío Frasquito emprendió el viaje de vuelta, dando largas y sigilosas zancadas, y tarareando muy bajo, con pueril satisfacción, aquello de Las Hijas de Eva: Tranquila está la venta, No se oye ni un mosquito...

Espoleada por la curiosidad, tanto como por la cólera, entró en el portal de la casa, donde había una puertecilla que comunicaba con el cuarto de la tertulia. Por el agujero de la cerradura apenas lograba verse nada; pero en cambio se oía claramente cuanto se hablaba. Pegó el oído á él y escuchó.