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Actualizado: 18 de junio de 2025


Cerró cuidadosamente la puerta que teníamos apenas entreabierta, y pasando por el interior de la casa llegamos a la puertecilla de atrás, junto a la cual estaban los caballos. En torno del pabellón había un camino destinado a los coches. ¿Tiene usted a mano el revólver? preguntó Sarto. No, quiero caer sobre ellos espada en mano repliqué. ¡Diantre!

Por toda respuesta, se inclinó hacia la pequeña mano que le tendían y la rozó suavemente con sus labios. La joven corrió hacia la puertecilla del parque y antes de atravesar sus umbrales se volvió hacia Delaberge y le sonrió gentilmente. En seguida desapareció.

Pareciole a Cervantes que, además de lo abatido del sombrero y lo subido del embozo, llevaba aquel hombre antifaz; y prevínole contra él, el ver que, cuando junto a él pasó le miró como con recelo, y yéndose a una puertecilla que allá en lo último del bodegón se veía, hizo seña a la tía Zarandaja de que fuese, y entrose por la puertecilla, y a ella se fue la tía Zarandaja, y cuando se hubo entrado por ella cerrola, quedándose solo en la primera parte, o dígase en la parte pública del figón, Cervantes con una moza como hasta de veinticinco años, cariredonda, rubicunda y sucia, que a la tía Zarandaja servia.

Hasta la puertecilla del muro, pero no más adelante. Iré al cenador. ¡Que me ahorquen si lo permito! exclamé levantándome y apoyando la espalda en la repisa de la chimenea. Sarto añadí, tengo confianza en esa mujer e iré. Pues yo no tengo fe en ninguna mujer, y no irá usted. O acudo a la cita o me vuelvo a Inglaterra le dije.

Un silencio temeroso le salió al paso, y ya iba a retroceder asustada, cuando oyó unos quejidos lastimeros detrás de una puertecilla. Eran ayes y juramentos de una voz estridente y amarga. Empujó Rita la puerta con recelo, cautelosamente, y vió en un cuarto hondo y destartalado una cama estremecida por un cuerpo tremuloso.

Poco después, oíase un ruido de tacones en el interior de un grueso pilar, hacia la derecha; el cerrojo crujía, y la puertecilla, al abrirse, presentaba al campanero, o a su esposa, trayendo en una mano el manojo de llaves y en la otra un farol encendido. Comenzaba entonces la ascensión por el hueco de aquella columna del templo.

Las calles estaban aún más desiertas que la víspera, como si los moradores buscasen en el sueño el necesario descanso tras las fiestas y prolongados regocijos de la noche precedente, y apenas hallamos alma viviente a nuestro paso. Junto a la puertecilla de palacio nos esperaba el fiel servidor de Sarto. ¿No ha habido novedad, señor? preguntó.

Si no hubieran ahorcado á Panglós, dixo Candido, el nos daria consejo en este apuro, porque era eminente filósofo; pero pues el nos falta, consultemos con la vieja. Era esta muy discreta, y empezaba á decir su parecer, quando abriéron otra puertecilla. Era la una de la noche; habia ya principiado el domingo, dia que pertenecia al señor inquisidor.

La ya mencionada puertecilla de la sala de Recibo conduce á un diminuto é irregular aposento, que es aquel retrete ó gabinetillo de que ya he hablado también, en que apenas cabe una cama, y donde durmió Felipe II la última vez que estuvo en Yuste, en señal de respeto..... ó miedo á las habitaciones que habían sido de su difunto padre. ¡Curioso fuera saber lo que pensó allí el hombre del Escorial durante las dos noches que pasó, como quien dice, emparedado cerca de la cámara mortuoria de Carlos de Gante!

No dormía, sin embargo, todo el mundo en la casa; a las once y media abrióse con gran sigilo la puertecilla del jardín pegada por dentro al invernadero, y salió a la calle cautelosamente un bulto negro, que cerró por fuera y se alejó rápidamente, guardándose la llave.

Palabra del Dia

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