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Actualizado: 18 de junio de 2025


Desea remediar el mal de vuestra merced, con quien le importa conferenciar en seguida. ¿Quiere vuestra merced seguirme? Mutileder no halló motivo razonable para decir que no, y siguió al pajecillo. Siguiéndole por calles y callejuelas, que atravesaron rápidamente, llegó nuestro héroe protobermejino a una puertecilla falsa y cerrada, en el extremo de un callejón sin salida.

¡Pero se esconde usted para salir! ¿Que yo?... , usted... Ayer tarde salió usted del parque por una puertecilla... ¡Atrévase a negarlo! Ahora comprendo... Estas últimas indicaciones recordaron a Delaberge el incidente que otros hechos más graves le habían hecho olvidar; recordó la huida de aquel hombre desconocido a través de los campos y que de tal modo se parecía a Simón.

Al cabo de larga espera el órgano hizo vibrar sus notas poderosas por el ámbito del templo, y en la puertecilla de la sacristía aparecieron los tres sacerdotes con sus brillantes capas de tisú de oro y se dirigieron al altar. Detrás de ellos entraron algunos otros clérigos y varios particulares privilegiados, que se acomodaron en el presbiterio para oír la misa.

De pronto, como si le hubiese ocurrido una idea feliz, se irguió de nuevo y abandonando al estropeado gato en el suelo salió del aposento, bajando un poco la cabeza para no chocar con el dintel de la puertecilla que le daba acceso. No tardó muchos minutos en presentarse otra vez con un canasto en las manos guarnecido en el fondo por un cojín de lana.

Y Gallardo desapareció tras la puertecilla, mientras el servidor, viéndose libre de su presencia, sonreía con malicia vengadora. Conocía este rápido escape al llegar el momento de vestirse. La «meada del miedo», según decían los del oficio.

Detrás de uno de éstos descubrió nuestra heroína una primorosa puertecilla secreta de sándalo, con embutidos de nácar. La empujó suavemente, y cediendo la puerta, se encontró en una escalera de caracol, de mármol blanco.

Oyó entonces que echaba un fósforo el vecino y aseguraba la puerta del corredor cerrando la llave por dentro... Oyó después acercarse a la débil puertecilla unos ligeros pasos que no ahogaba del todo la alfombra, y sintió un leve crujido en el pasador por la parte opuesta...

¡Ah! ¿Conque vuesa merced es sobrino del señor Francisco Montiño? dijo acompañando sus palabras con una sonrisa suntuosa ; eso es distinto, vamos, y llevaré á vuesa merced hasta donde sin tropezar y en derechura pueda encaminarse á la cocina. Y, volviendo atrás, se entró por una puertecilla situada en un ángulo, subió por una escalera de caracol y salió á una larga galería.

Echó á correr y llegó al terraplén á tiempo para ver á Roussel acercarse á un coche que estaba parado en la plaza y hacer señas al cochero para que acercase el vehículo á la esquina de la callejuela, á dos pasos de la puertecilla. Mientras la carretela atravesaba la plaza para colocarse al pie del terraplén, Roussel la seguía con aire plácido.

Así pasa en los toros; pero aquí el presidente se vale de una campanilla. Y el diputado que va a hablar, ¿por dónde sale? ¿Por detrás de aquella cortina o por esa puertecilla? El diputado no sale por ninguna parte, que aquí no hay toril ni telones. El diputado está en su asiento, y cuando quiere hablar se levanta. Vea usted: todos esos que ahí están son diputados.

Palabra del Dia

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