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El sol era una mancha tenue al remontarse entre telones de bruma. Los árboles lloraban por todas las aristas de sus cortezas. Un trueno rasgó el aire, próximo y ruidoso, como si estallase junto al castillo. Desnoyers vaciló, creyendo haber recibido un puñetazo en el pecho. Los demás hombres permanecieron impasibles, con la indiferencia de la costumbre.

Muéstranse merecedores de cuantas lindezas les dice el mote; prodigan en todas partes la heráldica presea, en edificios, sellos, telones, marcas de tabacos y botellas de cerveza; repiten la empresa en inscripciones castellanas y latinas, en discursos, en documentos oficiales, en periódicos, que también tiene periódicos Villaverde y hasta en los sermones sale a relucir el famoso lema, concedido a mi querida ciudad natal por la Muy Católica Majestad del Rey Don Felipe IV. Fuera el consabido lema poderoso estímulo para mis paisanos, si éstos entendieran las cosas a derechas, pero Villaverde es la tierra de las ideas falsas, y el mote lisonjero de su blasón sólo sirve para que los villaverdinos vivan estacionarios y no suelten los andadores para entrar, libres y decididos, por los amplios caminos de la vida moderna.

En la madrugada siguiente último día del viaje , el camarero de Desnoyers lo despertó con apresuramiento. «Herr, suba á cubierta: lindo espectáculoEl mar estaba velado por la niebla, pero entre los brumosos telones se marcaban unas siluetas semejantes á islas con robustas torres y agudos minaretes. Las islas avanzaban sobre el agua aceitosa lenta y majestuosamente, con pesadez sombría.

Únicamente así podremos comprender la grandeza del teatro y la majestad, majestad de altar, de esos telones que unos hombres vulgares levantan todas las noches ante el misterio de la vida.

Descansaba en ciertas barcas, y fueron innumerables las luces, telones, máquinas, entrebastidores y decoraciones que se emplearon. El coste fué exorbitante y las pérdidas mayores, porque en lo mejor del espectáculo sobrevino una tempestad horrorosa, que destrozó en un instante las máquinas, derribó los pilares, se llevó los telones y puso en grave riesgo á los espectadores .

Algunos profesores acostumbrados á no asombrarse de nada y á buscar la razón científica de todos los hechos se dieron cuenta, pasados unos instantes, de que esta obscuridad era debida á un desprendimiento exterior, á dos telones macizos que habían caído sobre ambas ventanas, interponiéndose entre sus ojos y la luz.

¿Pero crees, Lorenzo interrumpió Melchor violentamente, que yo puedo, tener respeto por la cáfila de bribones que se habrán completado para declarar enfermo al viejo... cuando el viejo no tiene más «enfermedad» que la de tener algunos recursos?... ¿Y crees que yo puedo o debo respetar a esos ceremoniosos caballeros que hablan solemnemente y no se sonríen siquiera ante nadie, para poder pasar por «hombres serios»?... ¡Bah! no seas infeliz: en la mayoría de los casos son unos grandísimos trapalones que después de haber tocado en todos los fondos de la corrupción y del vicio, ahitos de impudicias y de concupiscencias, se cubren las llagas con el manto de los honestos y de los virtuosos... verdaderos escenógrafos en el drama de la propia vida, que nos la pintan o nos la muestran a la manera de esos telones teatrales que representan, vistos de lejos, un hermoso paisaje apacible, hecho burdamente a escobazos con pinturas ordinarias.

Sin embargo, en tiempo de Navidad y Carnestolendas solían hacerse comedias de teatro, con bastidores y máquinas, y entonces se colocaban los telones que entre año estaban arrimados: se ponía orquesta, y se aumentaba, á proporción, el precio de las entradas y palcos. La música ordinaria estaba reducida á una vihuela, que tocaba el guitarrista de la compañía.

Dejé el barco de vapor y salté en tierra, como quien sale a escape del teatro, donde ha visto una féerie, un precioso baile de hadas, antes de que se disipe la ilusión escénica y no se vean sino los oropeles, la ruda maquinaria, los telones y bambalinas y los comparsas y figurantes untados de colorete, que la han promovido. Entonces me afligió separarme de D. Pepito.

Lo anterior éralo visible, pues aun cuando el teatro de Legaspi no tenía bambalinas, ni tetares, ni bastidores, ni telones de boca, ni de no boca, ni escapes laterales, ni gazapera para el apuntador, no faltaban sus intriguillas interioras, que si bien no las tapaban los lienzos de los telones ni las sombras de las bambalinas, las ocultaban las paredes de las casas en que se vestían á las señoras.