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Actualizado: 18 de junio de 2025
Jacobo retrocedió un paso sorprendido, y la puertecilla se volvió a cerrar, y tornó a desaparecer la mano, oyéndose una voz pausada que decía en el fondo de aquellas tinieblas: Dispense usted... Creí que venía a confesarse... Sublevóse el impío orgullo de Jacobo ante aquellas sencillas palabras y contestó brutalmente: Eso se queda para las viejas...
En el piso superior se conservan otros arcos mas pequeños y una puertecilla de dintel trebolado en muro macizo y denegrido. Lleva este edificio el nombre de casa de las Campanas. Las niñas que allí aprenden la costura y la doctrina cristiana, familiarizadas con la belleza de aquellos arcos y columnas, no comprenderán tu ansiosa curiosidad, y clavarán en tí como admiradas sus negros ojos.
Muchas veces después me he oído llamar payaso por Gloria, y siempre se lo he agradecido; pero nunca este calificativo me hizo experimentar una sensación más feliz, un transporte tan delicioso como entonces. Salí por la puertecilla en un estado de turbación que hubiera hecho reír a cualquiera. Llegué al comedor, y no comprendí por qué Suárez me dirigía una mirada tan glacial.
Jacobo, cansado al fin de dar vueltas, acabando de creer que el asunto todo de los masones era una farsa y la carta de Pérez Cueto un chasco de Carnaval que debía completarla, decidióse a llamar como última prueba a la puertecilla condenada, única que, fuera aparte de la del hotel, había en la calle; los golpes retumbaron en el silencio, y un eco muy extraño, que asustó a Currita, los reprodujo a lo lejos.
Al fin de la Avenida Nueva hay una casa en el centro de extenso jardín. La casa tiene un pórtico con la estatua de una ninfa en el centro. El jardín está rodeado de una tapia y en ésta, por la parte de atrás de la casa, hay una puertecilla. Si el Rey entra por ella solo a la media noche de hoy, verá un cenador a veinte varas de la puerta.
Ella tocó casi el dintel de la habitación, y en aquel momento las dos hojas de la puertecilla se plegaron rápidas como por infernal conjuro y se corrió un pesado cerrojo, cerrándolas en firme, al son de una implacable risa de mujer.... Había llegado Andrés a la casona aquella mañana, desarrapado y sucio, borracho y rendido de fatiga en los bárbaros azares de sus aventuras.
Don Pedro, medio a gatas porque de otro modo no se lo consentía la poca altura del desván, perseguía a sus primas, resuelto a tomar memorable venganza; y ellas, exhalando chillidos ratoniles, tropezando con los muebles y cachivaches esparcidos aquí y acullá, procuraban buscar la puertecilla angosta, para evitar represalias.
Es esta calle muy corta, y formábanla en aquel tiempo, por la acera de la izquierda, la gran verja del jardín que rodea a un hotel de Recoletos, un solar lleno de escombros y la esquina de una casa de la calle de Serrano, en la cual se abría una puertecilla, al parecer condenada; a la derecha, extendíase primero la fachada lateral de cierto edificio público; seguía luego un hotel suntuoso, y terminaba la acera con otro solar en construcción y la esquina de otra casa de la calle de Serrano, en que no había puerta ninguna.
Detúvose el fugitivo un momento, turbado, con cierto pavor respetuoso, semejante al del profano que se encontrara de repente en el fondo de las catacumbas, en medio de los divinos oficios; a lo lejos, oíanse en la calle el vals de La Gran Duquesa y los gritos de la canalla... Dio entonces dos pasos a tientas, extendiendo el brazo para salir por la puerta de enfrente a la calle de la Montera, y tropezó con un confesonario arrimado a la pared de la derecha; abrióse al punto la puertecilla baja de delante y apareció una mano muy blanca pegada a una manga negra.
Después de un buen rato de espera rechinaron los goznes con cierto chirrido prolongado semejante á un lamento, y apareció una vieja, la cual, sin aguardar la pregunta del mancebo, le dijo en tono áspero: El señor cura está arriba. Y á paso acelerado fué á hundirse por una puertecilla, que más parecía agujero, de donde salían bocanadas de humo y fuerte olor á guisado.
Palabra del Dia
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