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Actualizado: 4 de julio de 2025


El espíritu práctico, que fue la característica del pueblo romano en la antigüedad, resurgió en oposición al espíritu místico y llegó a ser una característica de los pueblos que se plegaron a la Reforma, particularmente de los anglosajones, mientras el espíritu medioeval continuó siendo la característica de los pueblos que quedaron fieles al misticismo medioeval.

Ella tocó casi el dintel de la habitación, y en aquel momento las dos hojas de la puertecilla se plegaron rápidas como por infernal conjuro y se corrió un pesado cerrojo, cerrándolas en firme, al son de una implacable risa de mujer.... Había llegado Andrés a la casona aquella mañana, desarrapado y sucio, borracho y rendido de fatiga en los bárbaros azares de sus aventuras.

Gracias a Dios, yo estoy buena y sana para lo que usted guste mandarLos labios del joven se plegaron con sonrisa imperceptible y siguió examinando el pintoresco manto de un caballero de la Orden de Alcántara que le había dado golpe, al parecer. No obstante, de vez en cuando volvía los ojos con zozobra hacia la puerta del gabinete. Trataba inútilmente de reprimir la impaciencia.

D. César comenzó por sonreir con extraña benevolencia. Sus ojos pequeños se hicieron más pequeños aún y brillaron dulcemente; su nariz aquilina enrojeció súbito; sus labios finos se plegaron con ironía clásica. Y al cabo, extendiendo la mano, echando atrás la cabeza y cerrando sus ojillos, profirió con pausa académica: Ignoro, señores míos todos y muy queridos amigos algunos, si esos que llamáis progresos industriales van tan estrechamente unidos á la causa de la civilización como os complacéis en suponer. El genio del hombre, excitado por la necesidad é irritado por los obstáculos, se arroja á la conquista de la tierra y descubriendo sus secretos los utiliza para su alivio. Mas con frecuencia ¡oh amigos y señores míos! va más allá de lo que le dicta la santa naturaleza.

El caballero se detuvo a la puerta esperando que cruzasen cinco o seis parejas que venían girando al compás de un vals, y sus labios descoloridos se plegaron con sonrisa tan dulce como triste. ¡Qué tarde! No pensábamos que usted viniera ya exclamó la señora alargándole su mano fina, nerviosa, que se contrajo tres o cuatro veces con intensa emoción al chocar con la de él.

En pocos días aquel hombre ingenioso se desmejoró visiblemente. Sus grandes ojos melancólicos se hundieron, la nariz se afiló, las mejillas se plegaron y todo su inteligente rostro antropológico adquirió un tinte sombrío de dolor y desfallecimiento que puso en alarma a la familia. Pero no quería oír que estaba enfermo. Se encontraba perfectamente. Su abatimiento dependía del exceso en el estudio.

Palabra del Dia

godella

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