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Y mientras tanto continuó, ¿qué hacía el general Nogueras? Figúrate, muchacho, que le habían hecho creer que Cabrera no era más que un cabecilla de mala muerte, un estudiante, un teólogo que no sabía palabra del arte de la guerra. Así que, tomando el anteojo, me entiende usted (el cura hacía ademán de aplicárselo al ojo derecho), dijo a sus ayudantes: «Muchachos: el seminarista se atreve a presentarnos batalla con los desharrapados que le siguen; es necesario darle una lección muy dura para que en su vida vuelva a ponerse delante de un general españolEn seguida, me entiende usted, da sus órdenes y dispone el ataque. Suena el toque de fuego, ¡pin! ¡pan! ¡pun! de aquí, ¡pin! ¡pan! ¡pun! de allá... ¡pom! ¡pom! suena la artillería de los liberales. La de los carlistas, callada esperando la ocasión... Los liberales parece que llevan ganada la batalla, y avanzan... En esto el general Nogueras, que seguía contemplando con su anteojo el combate, mientras charlaba y reía con sus ayudantes, se pone serio de pronto... «¡Rayos y truenos! ¿Qué es lo que veo?... ¡La vanguardia del ejército envuelta! ¿De dónde mil rayos ha salido esa tropa? ¿Qué caballería es aquélla?... A ver, uno de ustedes, a enterarse de por qué retroceden los batallones de cazadores... Que cargue la caballería... ¿Dónde está?... ¡Si tiene cortado el paso!... ¡Los planes de este seminarista ni yo los entiendo, ni el diablo que lo lleve tampoco!»... En esto llega un ayudante gritando: «Mi general, escape V. E. a uña de caballo, porque estamos envueltos y vamos a caer en las manos de CabreraEl general Nogueras, acto continuo, pone espuela al caballo, diciendo: «¡Qué cabecilla ni qué barajas!... ¡

La estrella en cuestión fue encontrada por el señor Roso de Luna, quien ya había encontrado otra algunos años atrás y nos la había presentado familiarmente, como hubiera podido presentarnos una estrella de variétés: «La modesta estrella que he tenido el honor de descubrir...» ¿Cómo se las arreglará el Sr. Roso de Luna para encontrar tantas estrellas?

Rivadavia renuncia, en razón de que la voluntad de los pueblos está en oposición, «¡pero el vandalaje os va a devorar!», añade en su despedida. ¡Hizo bien en renunciar! Rivadavia tenía por misión presentarnos el constitucionalismo de Benjamín Constant con todas sus palabras huecas, sus decepciones y sus ridiculeces.

La observación de Schlegel, calificando de majestuosa hipérbole á esa manera especial de presentarnos la historia romana, no tiene, al parecer, fundamento serio. Las armas de la hermosura. La historia de Coriolano es una de las obras más desgraciadas de Calderón.

Que esto sea verdad lo confesarás mismo, cuando nos veas presentarnos, i defender la fe con igual denuedo en todo el imperio sin que tus detestables halagos nos engañen, ni tus amenazas nos aterren; i sin que nos venza la crueldad de los tormentos, hallándonos fortalecidos por aquel Señor que nos prometió estar con nosotros hasta la consumacion de los siglos.

Algunos fueron a recibirnos con júbilo creyendo que volvíamos cubiertos de gloria, y en breves palabras contamos lo ocurrido. La gente entusiasta y patriotera no quería creer que el valiente Renovales fuese un majadero. Por desgracia, de esta clase de héroes hemos tenido muchos. Luego que descansamos un poco, después de poner el pie en tierra, fuimos a presentarnos a las autoridades de la Isla.

Debemos responder á ella, que seguramente es deplorable la pérdida de tantas, y en parte tan excelentes composiciones, y tanto más, cuanto que de esta suerte nos vemos privados de los medios de delinear todos los rasgos, que constituyen la fisonomía de este hombre extraordinario; pero esto no será causa bastante para suponer que lo inédito sea lo más perfecto de sus obras, ó que hubiese de presentarnos su talento bajo una nueva faz.

Tres horas despues Mr. D llegó en su hermoso coche delante del hotel, y entró á suplicarnos que le permitiésemos presentarnos á su familia y que tomásemos el en su casa. Era imposible no aceptar invitacion tan galante, y ademas nuestra curiosidad estaba vivamente excitada. Mr.

En todas estas comedias, lo mismo que en las tituladas Al pasar el arroyo, Los amantes sin amor, El ausente en su lugar, Si no vieran las mujeres y Por la puente, Juana, nos admiran, además de las bellezas indicadas, el arte del autor en presentarnos bajo del prisma de la poesía todos los fenómenos de la vida, de dar importancia é interés á las cosas más insignificantes, y de imprimir en ellas el sello de la originalidad; admiramos también en todas su constante buen gusto en exponer, su dicción noble y gráfica, siempre ajustada á la idea que representa, y su estilo, ya fácil y ligero, ya elevado y tranquilo.

Por mi parte, puedo deciros que siempre la creí una locura; mas desde anoche comienzo á comprender la pasión del escultor griego. Dadas las especiales condiciones de tu nueva dama, creo que no tendrás inconveniente en presentarnos á ella. Pero... ¿qué diantres te pasa?... diríase que esquivas la presentación. ¡Ja! ¡ja! ¡ja! Bonito fuera que ya te tuviéramos hasta celoso.