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Las autoridades locales de Villeta, con algunos amables vecinos que se habían unido, salieron a recibirnos y a conducirnos al hotel. ¡Al hotel! Un bogotano se pone pálido al oír mencionar el hotel de Villeta: ¡qué haríamos nosotros cuando contemplamos la realidad! Felizmente para , se me avisó que un amigo me había hecho preparar alojamiento en una casa particular.

...Ahí traigo un montón de cartas... Pues cuando llegamos al «Paso», a eso de las diez, en la esperanza de almorzar algo y esperar la caída del sol, salió a recibirnos Anastasio con su facha patibularia.

Pronto salimos de dudas, porque de boca de los habitantes de Bailén, que salieron en masa a recibirnos, supimos que la división Vedel había pasado por allí en dirección a La Carolina. Nosotros les hacíamos a ustedes en Linares dijo D. Paco, que también salió a nuestro encuentro, rebosando de júbilo . ¡Oh!, Sr. Conde, niño mío... ¿Está por ventura herido Vuestra Excelencia?

Muy cierto es ello, contestó Gualtero. Mirad, allá va un bote lleno de hombres de armas, con dirección á la nave. Tendremos compañía numerosa, tanto mejor. Y por lo pronto nos dan la bienvenida; ved á los del pueblo que vienen á recibirnos.

Notamos, por último, el resplandor del oro y de la plata, el lujo de las vestiduras y la magnificencia de los que a recibirnos venían. Hice entonces que el cochero aguijase los caballos, y pronto estuve cerca del Rey Nanar, que venía en un soberbio palanquí de bambú, sándalo y nácar, sostenido por doce gallardos mancebos.

Salieron los Mbayás á recibirnos, á menos de media legua de este pueblo, junto á un lugarillo, donde decian, aleve y traidoramente, que sosegasemos aquella noche, y nos asistirian con cuanto necesitásemos; y para asegurar la traicion que trataban, dieron al general tres indias muchachas, cuatro coronas de plata, que suelen traer en la cabeza, y cuatro planchas, cada una de medio palmo de largo, y la mitad de ancho, que se ponen en la frente por adorno.

Prepárese usted ahora, señor semi-Dios dijo Sofía a coronar todas sus hazañas haciendo un milagro, que milagro será dar la vista a un ciego de nacimiento.... Mira, allí sale D. Francisco a recibirnos.

Algunos fueron a recibirnos con júbilo creyendo que volvíamos cubiertos de gloria, y en breves palabras contamos lo ocurrido. La gente entusiasta y patriotera no quería creer que el valiente Renovales fuese un majadero. Por desgracia, de esta clase de héroes hemos tenido muchos. Luego que descansamos un poco, después de poner el pie en tierra, fuimos a presentarnos a las autoridades de la Isla.

Lord Gray por unos moldes de cera que le envié, falsificó las llaves de la casa, le escribí fijando hora, fue... salí... Pero ¡ay!, al verme fuera de casa, parece que se me cayó el cielo encima con todas sus estrellas... lord Gray me llevó a una casa que está muy cerca de la nuestra, en la calle de la Novena... No era aquella su vivienda. Salió una señora de edad a recibirnos.

Nadie acudió a recibirnos y desmontamos precipitadamente. De repente, Sarto oprimió mi brazo. ¡Mire usted! exclamó señalando al suelo. Vi a mis pies cinco o seis pañuelos de seda hechos trizas y me volví hacia él. Son los pañuelos con que até a la vieja me dijo. Asegure usted los caballos y sígame.