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El guante de Doña Blanca refiere el mismo suceso que el Handschuh, de Schiller, sin otra diferencia que el lugar de la escena es la corte de Portugal. En La prueba de los ingenios admiramos la misma fábula oriental, que ha sido adoptada en las novelas del Occidente, cuyo origen parece ser el Heft peiger, de Nisami, tan famoso por el Turandot de Gozzi.

Lo admiramos pero no nos inspira una simpatía familiar, porque fue dichoso en su existencia; tuvo amores con grandes damas, desempeñó altos cargos palaciegos, gobernó un país, vivió en la hartura.

En cambio, en todo poeta sincero, si es verdadero poeta, resplandece la bondad y se manifiesta en la belleza que ha creado. Y cuando se examina y analiza cuidadosamente, se nota que la belleza que admiramos está en la expresión y manifestación de la bondad, y no en los errores y en los extravíos que por otra parte puede poner el poeta en su obra y tener en , como los tiene todo ser humano.

Si hoy admiramos las oraciones de Cicerón, cierto es también, que si Cicerón resucitase y repitiese una de aquellas en el teatro complutense, cansaría á todos hasta el extremo, porque es conforme á la naturaleza de las cosas que las antiguas invenciones aburran, y que lo nuevo, si es también natural, agrade.

La mayor parte de los poetas que admiramos y nos deleitan pertenecen a la categoría de los que el mismo crítico llama genios pasivos, si bien, a nuestro entender, incluye en este número a algunos que merecen ser colocados entre los primeros, como Rousseau y Schiller.

La riqueza y fecundidad de imaginación, que aun hoy admiramos en las mejores novelas de esta época; el brillo deslumbrador de sus palacios suntuosos, llenos de oro y piedras preciosas; sus islas flotantes, sus caballos alados, sus anillos mágicos, sus armas y castillos encantados, sus hadas, gigantes y enanos, hubiesen arrastrado imaginaciones más frías que las de los españoles.

Esto es una desgracia, pero en el mundo feliz que habitamos, casi todas las desgracias son verdad: razón por la cual nos admiramos siempre que vemos tantas investigaciones para buscar ésta. A nuestro modo de ver no hay nada más fácil que encontrarla: allí donde está el mal, allí está la verdad. Lo malo es lo cierto. Sólo los bienes son ilusión.

No se equivoca un inteligente como él al calificar una obra maestra. Sucede con la mujer lo que con las plantas. Mientras dura el invierno, todas nos parecen iguales; son troncos inertes; viene la savia de la primavera, las cubre de botones, de hojas, de flores, y entonces las admiramos. Pocos meses bastan para trasformar al arbusto y a la mujer.

En La noche toledana admiramos particularmente su ingeniosísimo plan, y su artístico y bien trazado desarrollo. Florencio, joven caballero granadino, se ve en la necesidad de huir á consecuencia de un desafío. Síguelo Lisena, su abandonada amante, y mientras lo busca en vano largo tiempo, se ve en los mayores apuros y en la necesidad de servir en Toledo en una posada.

En todas estas comedias, lo mismo que en las tituladas Al pasar el arroyo, Los amantes sin amor, El ausente en su lugar, Si no vieran las mujeres y Por la puente, Juana, nos admiran, además de las bellezas indicadas, el arte del autor en presentarnos bajo del prisma de la poesía todos los fenómenos de la vida, de dar importancia é interés á las cosas más insignificantes, y de imprimir en ellas el sello de la originalidad; admiramos también en todas su constante buen gusto en exponer, su dicción noble y gráfica, siempre ajustada á la idea que representa, y su estilo, ya fácil y ligero, ya elevado y tranquilo.