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Actualizado: 21 de julio de 2025
El Vaticano, en donde cada siglo pone muchas estátuas, tiene infinitamente más fecundidad, más grandeza, más galanura, más esplendidez. En el Panteon hallamos más escuela, más regularidad: si se quiere, más sabiduría. En el Vaticano admiramos más arte, más creacion, más genio. Si el Panteon es un edificio, el Vaticano es un monumento. Si el Panteon es un monumento, el Vaticano es una maravilla.
Ahora que nos permiten contemplar lo que ordinariamente cubren con tal cuidado, puedo asegurar que ustedes tienen forma de mujer, la forma que tanto admiramos en las estatuas griegas y en las pinturas flamencas, mórbida, blanca, transparente, mientras que al entrar en un salón de Madrid no se tropieza más que con esqueletos en traje de baile...
Cómo me espanta ese matrimonio en que ninguno de los dos se conoce murmuré estremeciéndome... No hablemos de matrimonios exclamó el cura. Estamos en el celibato, hablemos de él... No tenemos más que transportar a las solteronas las cualidades de bondad que admiramos en la mujer casada, para darnos cuenta si está o no en su vocación.
Nosotros, marinos viejos, marinos galantes, la celebrábamos de reina y no la admiramos de esclava. Seguramente, no; el mar entonces no era tan bueno como hoy, ni tan pacífico; pero sí más hermoso, más pintoresco, un poco más joven. La belleza del mundo y del mar dependía en gran parte de su rutina y de su inmovilidad.
Como bárbaros que miramos sólo las ventajas del tráfico, admiramos el río caudaloso en proporción al número de sacos ó toneladas que transportan durante el año, y apenas si nos ocupamos de los ríos secundarios que lo forman y de las fuentes que los alimentan.
Hay, por último, en la Celestina cierto misterioso encanto que se apodera del alma de quien la lee, embelesándola y moviéndola a la admiración más involuntaria. No admiramos porque nos prescriban los críticos que admiremos, sino porque la admiración nace en nosotros espontánea e inmediatamente de la lectura.
Acordaron, pues, no aguardar más, y durante el cordial almuerzo, que quieras que no, la conversación versó sobre si en España es todo malo, o si en Francia e Inglaterra es de buena ley todo lo que admiramos. Moreno-Isla no cedía una pulgada de terreno antipatriótico en que su terquedad se encerraba.
Después de contemplar y conmemorar todas estas cosas, sentados al pie de la estatua de Fray Luis de León, penetramos al fin en la Universidad, y recorrimos con profundo respeto aquellos antiguos claustros, donde se pasearon, en la alegre edad de su adolescencia, tantos y tantos hombres ilustres. Admiramos los magníficos artesanados de aquellos techos.
Nosotros admiramos las hermosas obras que salen de sus manos, pero es inútil enterarnos de cómo se hacen. Mi intervención es de mera prudencia: porque los conozco. Si se les deja ir, en algunos instantes llegaremos a las combinaciones químicas, y como no entendemos nada, ustedes habrán hablado sin provecho para nadie. Vaya dijo Juan festivamente, no hay nada que hacer, ¡tenemos un mal público!
Así D. Andrés Bello, á quien admiramos como filólogo y como autor de Derecho internacional, y cuyos hermosos y elegantes versos nos sabemos de memoria; y así D. Rufino Cuervo, cuyo Diccionario calificamos de trabajo maravilloso.
Palabra del Dia
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