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Al ver la sardinera que por aquel día no había modo de reñir con nadie desde el balcón, encerróse también en su caverna; sacó de un escondrijo una botella de aguardiente, bebióse cerca de la mitad; y cuando los vapores de aquel veneno comenzaron á adormecerla, acercóse balbuciente y con paso mal seguro á la sucia y fementida cama, y en ella se desplomó, revolcándose allí como cerdo en su pocilga.

Esta casa es una pocilga, y ¡qué vecindad, qué huéspedes, qué patrona! Anoche no me dejaron dormir estos torerillos y demás gentuza que cantaba y daba palmadas en el comedor. Pero di, ¿no hallaste otro sitio mejor en que meterte? ISIDORA. Pues ya tengo para pagar los ocho días que has estado aquí. Yo no he estado más que tres. El gasto es poco. Hoy te haré traer comida buena de la fonda.

Parodiando en mi pensamiento una sentencia evangélica, me decía yo que para cebar a los cerdos bastan afrecho y bellotas, y que es lástima arrojar perlas en la pocilga. Con todo, otro sentir menos soberbio y de purificante delicadeza agitó por entonces mi pecho.

Atraviesa la Ronda y se convierte en despeñadero, rodeado de casuchas que parecen hechas con amasada ceniza. Después no es otra cosa que una sucesión de muladares, forma intermedia entre la vivienda y la cloaca. Chozas, tinglados, construcciones que juntamente imitan el palomar y la pocilga, tienen su cimiento en el lado de la pendiente.

Sería un sacrilegio nefando. ¿Cómo entregar tanto tesoro a quien sería incapaz de comprenderlo y de saber lo que vale? En mi sentir, sería locura semejante a la de echar ramilletes de flores, en vez de paja y cebada, en el pesebre del mulo, o la de derramar perlas en la pocilga del marrano en vez de un celemín de bellotas.

Después alzó el puño en dirección de su verdugo, y rugió: ¡Te conozco, maldito cerdo gascón, y algún día la pagarás! ¡Malhaya el en que dejaste tu pocilga de Rochecourt para pisar la tierra inglesa! ¡Así te vea yo descuartizado y muertos de hambre á tu mujer y á tus hijos! Tened la lengua, buen hombre, dijo Roger; aunque cobarde fué el golpe y capaz de encender en ira al más humilde.

Le he dicho la verdad, toda la verdad; y, es claro, ahora que la cosa no tiene remedio, se desespera.... Es decir, remedio... yo creo que ... pero estas ideas exageradas que... en fin, a usted se le puede hablar con franqueza, porque es una persona ilustrada. ¿Qué hay, don Robustiano? ¿Viene usted de las Salesas? , señor; de aquella pocilga vengo. ¿Cómo está Rosita?

¡Qué palabrotas dice!... ¡Ramón se ha reído más...! No sabes la gracia que le hace su lengua de arriero. Anoche nos dio malos ratos, porque llamaba a su Pae Pepe y se acordaba de la pocilga en que ha vivido... ¡Pobrecito! Esta mañana se me orinó en la sala.

Eso no es para exclamaba . Que me traigan mi baño. ¡Yo no puedo vivir sin baño! Que me saquen de esta pocilga; que me traigan mis vestidos, mi coche; que venga Joaquín...». Todo fue inútil para calmarla; pero al fin el exceso de la irritación trajo a la mañana siguiente el agotamiento y con él la remisión de un mal tan penoso. No obstante, era de todo punto imposible hacerle tomar alimento.

Las niñas jugaban un rato en aquella pocilga, hasta que la madre Angustias sonaba desde su cuarto una siniestra campanilla, que reunía en torno á su caña á los tristes ángeles del muladar. Después de comer llevaba el rosario la madre Brígida, por no poder hacerlo la madre Angustias, á causa del asma que la afligía, entrecortándole la voz.