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Entre las trufas literarias de Brantôme, de Casanova y de otros del género, Bossuet y Massillon, conservaban la gravedad de las hileras: en las letras, De Laharpe, M. de Bonald, Fontanes y Chateaubriand, daban la nota grave del imperio, mientras que al lado, en ediciones monísimas, brillaban todas las perfumadas indecencias pornográficas del día.

Margarita de Austria estaba sentada junto á la misma mesa donde su camarera mayor leía la noche anterior los Miedos y tentaciones de San Antón. Un candelabro de plata, cargado de bujías perfumadas, iluminaba de lleno el bello y pálido semblante de Margarita de Austria.

¡Misterio de mi vida! ¡Oh mi queja infinita! ¡Sólo a ti te comprende, mi fiel madre bendita, Que con su santo beso, regenera mi amor!... Hay como besos locos de bocas olorosas, hay brisas perfumadas de lejanos abriles, hay aromas quiméricos de mileguas y rosas, al oscular la aurora los dormidos pensiles. Hermosa está Natura. Albarizos encajes pueblan el azúl cielo.

Pero Rafael estaba ebrio de pasión. Le trastornaba el contacto tibio de aquel cuerpo tantas veces deseado en su aislamiento; las emanaciones perfumadas de voluptuosidad con que impregnaba el interior del carruaje. Todo lo olvidaría por ella; familia, porvenir, posición. El sólo la necesitaba a ella para vivir y ser feliz. Huiré contigo; todos me son extraños cuando pienso en ti.

Vivía en el mundo ideal de sus lecturas, rozándose con mujeres elegantes, perfumadas, espirituales, de cierto arte en el refinamiento de sus vicios. Las hortelanas tostadas por el sol que enloquecían a su padre como brutal afrodisíaco, causábanle la misma repugnancia que si fuesen mujeres de otra raza; seres de una casta inferior.

Balbuceó algunas palabras, apenas perceptibles; pero el maestro, separando de su frente el negro cabello, la besó, y así, asidos de la mano, salieron de las húmedas y perfumadas bóvedas del bosque por el abierto camino bañado en la luz matinal. No tan malévola en su trato respecto a los demás alumnos, Melisa conservaba todavía, una actitud ofensiva respecto a Sofía.

Las calles de la Marina eran nauseabundas; un olor infecto se escapaba de las casas; en el arroyo zumbaban enjambres de insectos, saltando de los charcos al sonar los pasos de un transeúnte. El recuerdo de las colinas inmediatas a su torre, perfumadas de plantas silvestres y olor salitroso de mar, parecía sonreír en su memoria con una dulzura idílica.

Bajo las bóvedas tibias y perfumadas de los invernáculos, el visitante asiste á un espectáculo encantador de magnificencia y contrastes. Yo recorria allí todas las regiones de la tierra, en cuanto á su vegetacion, con solo trasladarme sucesivamente de un invernáculo á otro.

El teatro de Tirso se puede comparar á esos países maravillosos que describen los poetas románticos, en donde las brisas más perfumadas y la música más atractiva encadenan el corazón y los sentidos del caminante; en donde millares de sendas que se cruzan, le llevan ya á jardines soberbios, ya á valles risueños, ya á abismos insondables que dan vértigos, al lado de altísimas montañas que se pierden en las nubes; en donde se oyen las voces burlonas de los duendes que salen de las cavernas, y vuelan los genios por el aire, y en donde el brillante cielo de la poesía ilumina con su luz seductora hasta las encrucijadas engañosas y las sendas no holladas.

Los rios que se enlazan á sus puertas corriendo entre orillas cubiertas de álamos y flores, la Vega que se estiende á sus piés como una alfombra de verdura, la pintoresca sierra sobre cuyas blancas vertientes se destacan sus arboledas y sus muros, los cerros en cuyas cumbres estan sentados su Albaicin y su Alhambra ceñidos de torreones, sus angosturas del Darro donde canta el agua en el fondo del follage, su cielo oriental en que he llegado á descubrir con los ojos de la imaginacion el fantástico paraiso del Profeta, el gorgear de las aves en el seno de sus deliciosas enramadas, la dulce armonía de sus brisas perfumadas por el aliento que despiden sus cármenes floridos, los caprichosos reflejos del sol en las verdes faldas de sus colinas, la melancólica luz de la luna que cruza su horizonte entre coros de estrellas como una reina de hadas entre las vaporosas ninfas de sus lagunas y corrientes, hasta esas mismas noches tenebrosas en que apenas cabe distinguir la silhueta de sus viejos monumentos, han escitado en sensaciones que nunca habia tenido, sentimientos que no habian hecho palpitar nunca mi corazon gastado, ideas que no me hubiera atrevido á concebir ni aun al desbordarse á torrentes mi loca fantasía.