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Atravesaron al paso, más sosegados que por la mañana, las calles de Azcoitia, y entraron de nuevo en la carretera, flanqueada siempre por el río, hundiéndose a poco en la cañada estrechísima y bravía que forman dos altas montañas, cubiertas de bosques sombríos que trepan cual escuadrones de árboles que quisieran escalarlas, para desgarrar en su cumbre el seno de las nubes, azuladas a veces, vaporosas como la flotante túnica de una poética maitagari; cenicientas otras, flotantes también, pero tétricas como el sudario que cubre las rígidas formas de un muerto.

¡Qué hermosas son esas cabezas de náyade con la cabellera coronada de hojas y flores que los artistas helénicos han burilado en sus medallas y esas estatuas de ninfas que han elevado sobre las columnatas y los templos! ¡Cuán encantadoras son esas imágenes ligeras y vaporosas que Goujon ha sabido, no obstante, fijar para los siglos en el mármol de sus fuentes!

Miro cruzar por el aire Mil fantasmas vagarosas, Cual las sombras vaporosas Que en sueños vemos pasar, Y por la mente, alumbrada Con el reflejo del alma, Las miro en plácida calma Lijeras atravesar.

Las playas de la Barquera y el mar alternaban en zonas de nítida blancura y de limpio color de zafiro; a los últimos destellos del Poniente, el arenal brillaba como si estuviese salpicado de plata, y vaporosas franjas de espuma, tan pronto formadas como deshechas, corrían un instante por el borde de las olas.

Estuve en dos o tres teatros. Son de estilo inglés, generalmente pequeños y bonitos. En uno de ellos vi la famosa opereta Patience, crítica acerba de la última plaga de la literatura inglesa, el estetismo; esto es, la lánguida aspiración al ideal, traducida en maneras vaporosas, en posturas de virgen rosácea, en grupos de un helenismo rococó.

Las damas pudientes, ya provectas, vestían trajes negros u oscuros de tafetán, de sarga malagueña o de alepín o de cúbica; y las señoritas, sus hijas, iban con trajes de muselina o de otras telas aéreas y vaporosas, pero ninguna sin mantilla, ora de tul bordado, ora de blonda catalana o manchega.

Morsamor dio entonces forma y vida a este nuevo pensamiento, y vio en torno suyo, discurrir entre la niebla diminutas y vaporosas semideidades, geniecillos sutiles que apenas eran algo y casi se convertían en flores retóricas: gnomos deformes y enanos, que trabajaban sin cesar en el centro obscuro de la tierra y sacaban de allí para sus naciones favoritas piedras y metales preciosos, raros documentos de los archivos subterráneos, y primitivas selvas, alimento del fuego, motor y artífice infatigable.

La tierra, de puro labrada, abonada, removida, tenía no qué aspecto de decrepitud. Sus poderosos flancos parecían gemir, sudando una humedad viscosa y tibia, mientras en los linderos incultos, al borde del caminillo, quedaban aún rincones vírgenes, donde a placer crecían las bellas superfluidades campestres, las gramineas vaporosas, las florecillas multicolores, los agudos cardos.

Viajemos á capricho lejos de las matas gramíneas que se balancean á nuestro lado á la otra parte de los álamos que hacen sombra á la fuente, y de los surcos que rayan la falda de la colina; más allá todavía de las ondulaciones vaporosas de las crestas que marcan las fronteras del valle y de los blancos jirones de nubes que festonean el horizonte.

Así habían osado despegarse de las costas, perder de vista la tierra, aventurarse en el desierto azul, avisados de la existencia de las islas por las gibas vaporosas de las montañas que se marcaban en el horizonte al ponerse el sol.