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La tierra, de puro labrada, abonada, removida, tenía no qué aspecto de decrepitud. Sus poderosos flancos parecían gemir, sudando una humedad viscosa y tibia, mientras en los linderos incultos, al borde del caminillo, quedaban aún rincones vírgenes, donde a placer crecían las bellas superfluidades campestres, las gramineas vaporosas, las florecillas multicolores, los agudos cardos.

Crecen en los terrenos que producen la nuez moscada; pero prefieren los volcánicos. Cornelio, Hans y el mismo Van-Horn se acercaron al árbol indicado, que crecía en los linderos del bosquecillo, y lo observaron atentamente. Tenía más de veinte pies de alto, y estaba cuajado de pequeños ramitos de flores de un color rojo oscuro que despedían un aroma delicadísimo.

Después los vuelves á guardar, antes de que el barón se vaya de caza con ellos puestos y los destroce.... Mi buena amiga, observó el señor de Morel, duéleme en el alma separarme de vos, pero hemos llegado á los linderos del bosque y no debéis ir más lejos. La Virgen os guarde á vos y á Constanza basta mi regreso.

Resultas de esta terquedad los honrados jueces daban la razon á los frailes y todos se le reían diciendo que con la razon no se ganan los pleitos. Pero apelaba, cargaba su escopeta y recorría pausadamente los linderos. En este intervalo su vida parecía un delirio. Su hijo Tanò, un mozo alto como su padre y bueno como su hermana, cayó quinto; él le dejó partir en vez de comprarle un sustituto.

Corrió Facia a avisarle y entramos los demás en el cuarto del enfermo, en los linderos ya de la agonía y con los ojos clavados en un crucifijo colocado por el Cura para eso a los pies de la cama. Vino el muchacho, y, con su ayuda, administró don Sabas la Extremaunción al moribundo.

Sobre todo esto, sólo podían forjarse teorías y ensueños, lanzándose en especulaciones aventuradas, más allá de los términos y linderos hasta donde la razón nos sigue.

En la vega se cultivaban legumbres y algún maíz; pero la prosa de este género de plantíos la encubría la estación primaveral, adornándolos con una apretada red de floración: la col lucía un velo de oro pálido; la patata estaba salpicada de blancas estrellas; el cebollino parecía llovido de granizo copioso; las flores de coral del haba relucían como bocas incitantes, y en los linderos temblaban las sangrientas amapolas, y abría sus delicadas flores color lila el erizado cardo.

No niego yo la posibilidad de nada; me limito a declarar que no percibo, por ejemplo, gloria mayor, ni en lo presente ni en lo futuro, a la de la antigua Grecia, que echa el cimiento, crea la traza y forja el molde de toda la ulterior cultura europea; a la de una sola ciudad, Roma, que se enseñorea de lo mejor del Orbe, y con sus leyes y su idioma lo unifica y lo prepara para recibir con mayor facilidad otro más alto elemento de civilización; y a la de esta misma Península en que vivimos, que, para extender esa civilización más allá de los linderos y términos conocidos hasta entonces, logra descubrir nuevos mundos.

Moriría antes seco, la familia no tendría pan; y después de tanta miseria, ¡multa encima!... ¿Y aún dicen si los hombres se pierden?... Movíase furioso en los linderos de su bancal. «¡Ah, Pimentó! ¡Grandísimo granuja!... ¡Si no hubiera Guardia civil

Su pasión se me comunica y me abrasa; yo también quiero tener un hijo, yo también. ¡Si me parece que le estoy viendo!, si está aquí, en los linderos de la vida, mirándome, diciéndome que le traiga, y no falta más que traerlo. Vendría si ella quisiera. Tengo la seguridad de que vendría; es una idea que se me ha clavado aquí.