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En los hogares isleños se hablaba de los hallazgos que hacía todo navegante que por tomar vientos mejores se alejaba de las islas conocidas. Martín Vicente recogía en su navío un «madero labrado por artificio y a lo que juzgaba no con hierro» luego de haber venteado durante muchos días el poniente.

Sólo compro el vino: en las Carolinas nadie bebe agua. Los chicos se desmaman con leche de cepas. Pero por tres perros me llenan un frasco para todo el día. Aquí, fuera de puertas, el vino va regalado. Y luego de bien satisfechas las necesidades de su vida, le restaban, como ganancias, los hallazgos de la busca, los descubrimientos inesperados.

Amontonaba los residuos de los fumadores, picando las colillas y vendiéndolas como tabaco desmenuzado luego de exponerlas al sol. Los hallazgos de valor eran para una prendera, que compraba estos despojos del público olvidadizo o turbado por la emoción. Gallardo contestó a los saludos melosos del viejo dándole un cigarro, y se despidió del Lobato.

El prohombre apoyó el dedo índice en uno de las nombres honrados con la M A. Te propongo dijo Miranda una niña de pocos años, que acaso llegue, y aún pase, de los dos millones de capital. Abrió Miranda tamaño ojo, y tendió la mano para apoderarse de la bienhadada lista. ¡Así como suena! exclamó . Pero es que no hay como para tales hallazgos.

Es más; al principio, los enemigos lo habían tratado sin ninguna consideración, pero el mérito no puede permanecer mucho tiempo en la obscuridad, y cierto profesor alemán que había sostenido en otro tiempo correspondencia con el grande hombre sobre hallazgos arqueológicos, al saberle prisionero, consiguió trasladarlo á su ciudad, haciéndole más llevadero el cautiverio.

Tomaba notas sin cesar, había interpretado ya bastantes vocablos y entendía el sentido de algunas sentencias; pero estos hallazgos fragmentarios no convencían a todos. Por entonces llegó a Pilares el primer fonógrafo. Lo había traído de París, en uno de los periódicos viajes de compras, un quincallero apellidado Ortigüela. El mecanismo causó gran sensación.

Realza, no menos que la revelación cristiana, la dignidad de los humildes esta nueva revelación, que atribuye, en la naturaleza, a la obra de los infinitamente pequeños, a la labor del nummulite y el briozóo en el fondo obscuro del abismo, la construcción de los cimientos geológicos; que hace surgir de la vibración de la célula informe y primitiva todo el impulso ascendente de las formas orgánicas; que manifiesta el poderoso papel que en nuestra vida psíquica es necesario atribuir a los fenómenos más inaparentes y más vagos, aun a las fugaces percepciones de que no tenemos conciencia; y que, llegando a la sociología y a la historia, restituye al heroísmo, a menudo abnegado, de las muchedumbres, la parte que le negaba el silencio en la gloria del héroe individual, y hace patente la lenta acumulación de las investigaciones que, al través de los siglos, en la sombra, en el taller, o el laboratorio de obreros olvidados, preparan los hallazgos del genio.

Limpiaba pacientemente la sombra, como un buscador de tesoros, agachándose en el misterio de los palcos para guardar en sus bolsillos los hallazgos: abanicos de señora, sortijas, pañuelos de mano, monedas caídas, adornos de trajes femeniles, todo lo que dejaba tras su paso una invasión de catorce mil personas.

La manera como se practica por el Museo el exámen escrupuloso de las destruidas moradas y sepulcros de los antíguos habitantes de los valles calchaquíes, nos asegura deducciones exactas que no era posible obtener antes por la confusion que resultaba de la dudosa ubicacion de casi todos los hallazgos anteriores, hechos por lo general por personas poco competentes ó interesadas en su venta, las que han alterado muchas veces la verdad sobre sus descubrimientos, mezclando los objetos de distintos yacimientos para obtener mayor precio, alteracion muy perjudicial, si se tiene en cuenta la importancia capital de las antigüedades de nuestras provincias andinas, para el completo conocimiento de la historia del hombre americano pre-colombiano.

La noche anterior temió que no le quedase dinero para poder comer al día siguiente. Pero Valeria había pasado la mañana haciendo preciosos descubrimientos en los armarios: billetes de Banco perdidos entre las ropas, placas del Casino olvidadas en los libros, hasta un papel de mil francos envolviendo una vieja pastilla de jabón. Cesó repentinamente de enumerar estos hallazgos. ¡Mira!... ¡mira!