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Golfín siguió adelante, guiado por la Nela. Lo que hablaron ¿merecerá capítulo aparte? Por si acaso, se lo daremos. Un diálogo que servirá de exposición Aguarda, hija, no vayas tan a prisa dijo Golfín deteniéndose déjame encender un cigarro. Estaba tan serena la noche, que no necesitó emplear las precauciones que generalmente adoptan contra el viento los fumadores.

Había lo bastante con esto para restablecer el antiguo y noble orgullo de los tiempos de Carlos III, para libertarnos por siempre jamás amén de la rabia y comezón de imitar, recobrando nuestra inmaculada y pura nacionalidad; en fin, había lo bastante para decir al monumento del Dos de Mayo, a la estatua de Felipe IV y a la de Cervantes: «Humillaos, sombras ilustres, que aquí viene quien sobrepuja vuestra grandeza y vuestra gloriaNo faltaron entusiastas que pensasen acudir a la reina, para que se dignase ennoblecer a María, dándole un escudo de armas, cuyo lema, imitando el de los duques de Veragua, en lugar de: «A CASTILLA Y A LEÓN, NUEVO MUNDO DIO COLÓN», dijese: «A ALTA Y BAJA ANDALUCÍA, NUEVA GLORIA DIO MARÍAEn fin, tal era la impresión hecha por la cantatriz en el público de Madrid, que ya no se escribía en las oficinas ni se estudiaba en los colegios: hasta los fumadores se olvidaban de acudir al estanco.

Al entrar volvimos á leer: tres sopas á eleccion, tres platos de carne, tres legumbres y tres postres. Tanta baratura nos aturdia. Subimos, y la señora del establecimiento nos improvisó una mesa aparte, en una habitacion que estaba á la izquierda, contigua á la estancia destinada á los fumadores. Los dos salones que servian de comedor, estaban llenos de parroquianos.

Con la sonrisa beatífica de los fumadores de opio, aceptaba la caricia turbadora de sus labios, el enroscamiento de sus brazos, que le oprimían como boas de marfil. ¡Ulises! ¡dueño mío!... Los minutos que me separo de ti me pesan como siglos. El, en cambio, había perdido la noción del tiempo. Los días se embrollaban en su memoria, y tenía que pedir ayuda para contar su paso.

Amontonaba los residuos de los fumadores, picando las colillas y vendiéndolas como tabaco desmenuzado luego de exponerlas al sol. Los hallazgos de valor eran para una prendera, que compraba estos despojos del público olvidadizo o turbado por la emoción. Gallardo contestó a los saludos melosos del viejo dándole un cigarro, y se despidió del Lobato.

Tiene usted mucha razón, dijo miss Harvey. En América desenganchan los caballos de Sarah Bernardt para tirar de su coche... La conversación fué interrumpida por la entrada de los fumadores, que venían conducidos por el dueño de la casa. En la entrada del salón apareció un personaje que llevaba debajo del brazo unos cuadernos de música.

Hoy existen en Filipinas, como ya hemos dicho, más de 70.000 chinos; todos ellos, salvo poquísimas excepciones, con el carácter de transeúntes, y esa masa de población que se renueva constantemente con todos los perjuicios que trae en pos de la accidentalidad, produce solo en los fumadores de anfión y registro de capitación más de 15 millones de reales anuales.

En el comedor de los Extranjeros del Club Automóvil, los convidados estaban acabando de comer. Eran las diez de la noche y los jefes de comedor servían el café. Los mozos se habían retirado y en el salón contiguo estaban preparadas las cajas de cigarros para los fumadores.

Los fumadores de opio llevan á las cajas del Estado no pocos millones y se comprende, pues estando estancado el opio, y contrabando fumarlo fuera de los sitios, mejor dicho pocilgas destinadas al efecto, el vicio sale muy recargado, y por lo tanto muy caro.

Son sumamente viciosos en toda clase de vicio: son grandes fumadores: el aguardiente lo beben como agua, hasta que se privan enteramen: beben mucho mate, y luego se comen la yerba, y con la bebida se acuerdan de todos los agravios que han recibido ellos y sus antepasados, las peleas que han tenido y las invasiones que han hecho: todo lo cantan y otros lloran, que es una confusion oirlos.