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No costaba mucho trabajo reconocerlas como dos piraguas de isleños, pues son bien distintas de las nuestras. Consisten en troncos de árboles ahuecados de unos cuarenta pies de largo, con cubiertas provistas de barandas de bambú.

Un día, los habitantes de Mallorca y los peninsulares que se habían refugiado en la isla huyendo de los horrores de la guerra civil, vieron desembarcar un matrimonio extranjero acompañado de un niño y una niña. Era en 1838. Al bajar el equipaje a tierra, los isleños admiraron con asombro un piano enorme, un piano Erard, como entonces se veían pocos.

Las hostilidades de que fueron objeto los sacerdotes y soldados, la alevosa muerte que dieron los isleños á más de uno, y las dificultades que oponían, ora en la resistencia pasiva, ora en el éxito de las armas, motivaron el que poco á poco, y á medida que llegaban las naos se fuera aumentando el personal de guerra, y que el inofensivo y modesto establecimiento que se levantó en un principio, se perfeccionara tomando el carácter que distingue la conquista, y la persuasión, las armas y la fe, la suavidad de los principios del cristianismo, y los mortíferos estragos de la metralla; participando bien pronto el establecimiento de la abadía y del fuerte; del campanario y de la atalaya; de la cruz y de la espada.

Los holandeses establecieron una colonia en la costa occidental en 1822; pero la abandonaron siete años después, sin dejar de traficar con aquellos isleños, y en 1858 mandaron una nueva expedición en el vapor Etna, y ocuparon algunos puntos de la costa. Es ésa, como ya se ha dicho, la isla más vasta del mundo, considerando a la Australia como continente.

Entonces volverá á desenterrar de las minas el oro para remediar la miseria, el hierro para armarse, el cobre, el plomo, el carbón, etc.; acaso el país resucite á la vida marítima y mercantil á que están llamados los isleños por la Naturaleza, sus aptitudes y sus instintos, y libre otra vez, como el ave que deja la jaula, como la flor que vuelve al aire libre, volverá á recobrar las antiguas buenas cualidades que poco á poco va perdiendo, y será otra vez amante de la paz, jovial, alegre, sonriente, hospitalario y audaz.

La Pepa le vendía a los isleños los cueros de las nutrias y las plumas de los mirasoles que cazara. La Pepa le compraba las provisiones. La Pepa le hacía la comida... ¿Qué haría él ahora sin la Pepa? Ocurriósele que la gallega podría no estar muerta, y sólo desmayada, como que no se la había aún cubierto la tierra. Por eso fue a sacarla de la fosa y la tendió en el rancho.

Los isleños de las Canarias, que son gente de mucha fuerza, creen que el palo no es invención del inglés, sino de las islas; y que es cosa de verse un isleño jugando al palo, y haciendo el molinete. Lo mismo que el luchar, que en las Canarias les enseñan a los niños en las escuelas.

El herido, siguiendo con su mirada nebulosa las manos que le martirizaban, vio unas mangas negras, luego una corbata, un cuello de camisa distinto al que usaban los isleños, y encima de todo esto una cara con bigote cano, una cara que había visto otras veces en los caminos, pero no podía asimilar ahora al recuerdo de un hombre. Poco a poco fue reconociéndolo.

Los australianos no son marinos ni tienen barcos dijo el Capitán . Los isleños del estrecho de Torres, y en particular los papúes, tienen muchas embarcaciones y bien pertrechadas. Con ellas emprenden largos viajes. ¿Sin brújula?

Todavía nos queda una de las que compré la vez pasada a los isleños. El Chucro preguntó aún: ¡Cómo! ¿Queda una sola? ¿Te habrás comido vos las demás?... Con la indiferencia de su absoluta pasividad, Pepa repuso: Yo nunca he comido galleta sino cuando me das un pedazo... ¿Y hay caña? . Poné entonces la galleta y la caña cerca del fogón, que en cuanto esté el churrasco, comeré... Voy...