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El breve trayecto de Salgar a Barranquilla es pintoresco, no sólo por los espectáculos inesperados que presenta el mar que penetra audazmente al interior formando lagunas cuya poca profundidad no las hace benéficas para el comercio, sino también por la naturaleza de la flora de aquellas regiones.

Y de repente, de poco tiempo a aquella parte, debajo del océano, en las regiones misteriosas del abismo en las que habitaba el enemigo, de las que venían voces subterráneas de amenaza y castigo, aparecía como un reflejo infiel, otro cielo con otra luna, un cielo borrascoso con espíritus infernales vestidos de nubarrones, con el mismísimo demonio disfrazado de cuarto menguante... de la luna de miel satánica, de Valpurgis, que su mujer, Emma Valcárcel, había decretado que brillara en las profundidades de aquellas noches de amores inauditos, inesperados y como desesperados.

Procedía en sentido directo, con la inteligencia clara, la conciencia cerrada, como si se tratara de un asalto de esgrima en el cual no hubiera arriesgado más que el amor propio. A mi estrategia insensata Magdalena opuso de repente medios de defensa inesperados. Contestó a ella con calma perfecta, con total ausencia de disimulos, con ingenuidades que en nada podían perjudicar su reputación.

Estas largas esperas le proporcionaron inesperados encuentros con las alumnas elegantes que entraban y salían. ¡Desnoyers! exclamaban unas voces femeniles detrás de él . ¿No es Desnoyers?... Y se veía obligado á cortar la duda saludando á unas señoras que lo contemplaban como si fuese un aparecido.

No se lo parecería tanto se tratara en la novela de cosas del otro jueves: de laberintos de sucesos, de lances inesperados, de sorpresas deslumbradoras y espantables, obra para la cual se exige una fuerza inventiva de todos los demonios, y hasta un acopio de auxiliares mecánicos que no se hallan ni se construyen en los talleres de un novelista cualquiera.

Cree que he tenido un verdadero gusto en volver a verte; el gusto de convencerme de que aquello acabó. ¡Pero así te vas!... ¡Así acaba para ti una pasión que aún llena mi vida!... ¿Cuándo volveremos a vernos? No : nunca... tal vez cuando menos lo esperes. El mundo es grande, pero rodando por él como yo ruedo, hay encuentros inesperados, como este. Rafael señalaba al inmediato teatro.

Desde que era objeto de cortejo y los mozos acudían a solicitarla dos veces por semana con arreglo al tradicional festeig, parecía haberse dado cuenta de grandes e inesperados peligros que antes no sospechaba, y permanecía al lado de su madre, evitando toda ocasión de verse a solas con un hombre, ruborizándose apenas unos ojos varoniles se cruzaban con los suyos.

Más adelante, caras barbudas con el sello francés más puro; otras medio ocultas bajo la boina vasca, y otras indígenas, pero todas veladas por el polvillo amarillento de la calamina, pasaban rápidas por delante de las ventanillas del coche, que al cabo penetró en la primera calle de la población. Aquí, como en la carretera, mil objetos que llamaban mi atención por lo inesperados.

Al comenzar la temporada emprendía con entusiasmo el viaje, pensando en los públicos que hablaban de él todo el año, aguardando impacientes su llegada; en los conocimientos inesperados; en las aventuras que le brindaba muchas veces la curiosidad femenil; en la vida de hotel en hotel, con sus agitaciones, sus molestias y sus comidas diversas, que contrastaba con la plácida existencia de Sevilla y los días de montaraz soledad en La Rinconada.

Sólo compro el vino: en las Carolinas nadie bebe agua. Los chicos se desmaman con leche de cepas. Pero por tres perros me llenan un frasco para todo el día. Aquí, fuera de puertas, el vino va regalado. Y luego de bien satisfechas las necesidades de su vida, le restaban, como ganancias, los hallazgos de la busca, los descubrimientos inesperados.