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Hoy nos hallamos sin duda con menos proporcion que nunca para su ejecucion, pero al parecer en mas disposicion de ánimo, segun las benéficas miras del Gobierno.

Después de las mandas piadosas y benéficas, que eran muchas, entre ellas una muy importante relativa a la escuela municipal, hacía muy buenos legados a sus sirvientes, en particular a Facia, a la cual dejaba en propiedad, amén de su correspondiente legado en dinero, la casería, con tierras y ganados, en que había vivido recién casada con el bribón que la engañó; perdonaba todas las deudas a sus convecinos de Tablanca, y las rentas del año en que falleciera a los llevadores de sus haciendas, cabañas y rebaños.

El sol, como un globo de fuego, incendiaba las olas en que iba á sumergirse. Una hora más, y la noche vendría á proteger la fuga con sus sombras benéficas. Pero había que aguardar una hora y ya las cuadrillas de guardianes canacos, lanzadas sobre la pista del fugitivo, debían estar registrando las dunas.

A pesar de todo, no desdeñaría yo esta virtud, y juzgaría soberanamente benéficas la esperanza y la fe de que procede, si no dejara nunca de ser, aunque por fines interesados y egoístas, causa de buenas obras; pero la caridad tiene un camino, cuando se extrema, para lograr su objeto, no ya sirviendo, sino olvidando, desdeñando y menospreciando al prójimo y a cuantos seres hay en este universo visible.

Lo vasto y asombroso de ellas, á la primera impresion, manifiesta un aspecto tan extraño que se mirará con el mayor desprecio. No obstante nada me acobarda, porque el amor y espirítu de patriotismo con que he mirado las justas, piadosas y benéficas intenciones del Rey, en la ejecucion de estos establecimientos, á todo arrostra.

Su aspecto, al mismo tiempo, era amable y glacial. Eugenio Rostand, padre del poeta, fué en sus mocedades un versificador estimable que tradujo á Cátulo bastante bien, y que más tarde dedicóse ahincadamente á la fundación de Bancos populares, de habitaciones para obreros y otras obras benéficas.

Se demostrará: Las altas consideraciones y respetos que la audiencia de Manila merece entre los indios, proviene aun de la tradicion entre ellos, recordando aquellos felices tiempos en que sus majistrados visitaban sus provincias, y hacian en estas visitas tanto bien á los pueblos . Los oidores visitadores eran en efecto, mas que unos jueces severos, unos amigables mediadores en las desavenencias de los indios, hacian composiciones, celebraban transacciones, señalaban límites de tierras, y aun términos de pueblos, daban una especie de ordenanzas municipales que se observaban, y los protejian contra las vejaciones de los alcaldes mayores, correjidores, y aun conocian en las que causaba algun párroco, pues como en estas visitas no se trataba de imponer penas, ejecutar castigos, ni correjir con violencia, sino de reunir voluntades, cortar discordias, y hacer desaparecer las disensiones entre las familias, entre los vecinos y aun entre los pueblos, eran verdaderamente estas visitas unas visitas paternales y benéficas, y en ellas el oríjen del alto respeto, consideracion y aprecio de los majistrados.

Al mismo tiempo la protege contra los vientos del Norte y del Oeste, dejándola solamente abierta a las templadas y benéficas corrientes que vienen del Mediodía y del Este. No llegan hasta allí los ruidos de la población. Tan sólo las campanas de la catedral suenan a ciertas horas del día dulcemente amortiguadas por la distancia. La carretera general va por detrás del bosque.

Aquellas aristócratas ocultas tras la piedra que pregonaba sus títulos, sus bandas y su caridad no pasaron toda la vida con la diadema nobiliaria en el peinado y los cintajos en el pecho, echándolas de damas benéficas. Habían sido mujeres orgullosas de su hermosura, propicias a conceder la admiración de sus encantos como una limosna regia.

Durante la convalecencia de aquel ataque, no permitió que Fortunata fuese a verle. Le escribía algunas cartitas, reiterándole sus consejos y dándole otros nuevos para el día ya próximo en que la reconciliación debía efectuarse. Al propio tiempo se ocupaba en la revisión de su testamento y en tomar varias disposiciones benéficas que algunas personas habían de agradecerle mucho.