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Las tradiciones municipales, el espíritu liberal, el interes por las letras, los bellos monumentos del arte antiguo, la actividad fabril y de la explotacion minera, la agricultura prospera y la rapidez de las comunicaciones, coinciden en Lieja para formar esa noble y fecunda armonía del progreso que caracteriza al presente siglo.

Asi, tres cuartos de hora despues de haber partido de Lováina nos deteníamos en Malínas, ciudad célebre por su catedral, sus encajes y sus almuerzos de patas y orejas de cerdo, y no poco afamada entre los Belgas por la terquedad tradicional de sus consejeros municipales.

Mientras se fundan cooperativas, y se construyen casas baratas, y se crean parques y jardines, y se instalan bibliotecas públicas y baños municipales, adaptando a los recursos del obrero toda la vida del país, ¿quién se acuerda de los millonarios?

La noche había cerrado casi por completo. Y como, según las prácticas municipales, faltaba todavía un buen cuarto de hora para encender los famosos reverberos de aceite, las tinieblas envolvían a la empapada ciudad.

Los «nazarenos» no podían hablar, y marchaban escoltados por guardias municipales, cuidadosos de que los importunos no se llegasen a ellos para molestarles. Abundaban los borrachos en la multitud.

Soltáronse del brazo y saltaron la falla, uno tras otro, con una agilidad inesperada y ademanes tan grotescos, que los municipales reían y hasta el desconsolado poeta dejó de mirar al balcón. El cafetinero y sus vecinos estaban en las puertas, celebrando aquel espectáculo grotesco e inesperado.

Que aquellos baches eran numerosos y grandes, pruébalo el tiempo que invertían los trabajadores municipales en su compostura, pues, no era insignificante el gasto que se hacía anualmente «por allanar los foyos et barrancas de las callesen los días que precedían al de la fiesta del «Corpus Christisegun consta de las cuentas de la Ciudad.

Obligados a permanecer en este encierro muchas horas, comían agachados y satisfacían otras necesidades. Muchas veces, al alejarse el santo «paso» tras larga detención, la muchedumbre reía viendo lo que quedaba al descubierto sobre el limpio adoquinado, residuos que obligaban a correr con espuertas a los dependientes municipales.

Decíase que esto se debía al pasteleo repugnante de Rojas Salcedo. Advirtiendo éste en las últimas elecciones municipales bastante progreso en las fuerzas de los del Camarote, se había inclinado de su lado. No hay para qué decir la tempestad de odios y amenazas que contra él se levantó por tal motivo entre los partidarios de don Rosendo. Se había entablado una lucha feroz.

Como es natural, tales picardías despertaban fuerte clamoreo en los partidarios de Belinchón, rabiosas diatribas por parte del Faro, y tumultos sin cuento en las sesiones municipales.. Pero a Maza se le daba por todo una higa.