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Actualizado: 20 de octubre de 2025


Comen carne dos veces al día, desprecian la gallina del puchero, y prefieren el pollo asado. Pagan el sueldo de un instituidor y un médico comunal, construyen, sin necesidad de levantar empréstitos, un ayuntamiento y una iglesia, y votan a mi espiritual amigo el doctor Veron, en las elecciones municipales. Sus muchachas son preciosas, si no me es infiel la memoria.

De este modo les gobiernos cantonales, municipales y federal han atendido eficazmente á todos los objetos de interes comun que exigen grandes esfuerzos colectivos, al propio tiempo que los individuos han tenido siempre un vasto y libre campo donde ejercer su iniciativa y actividad personal.

Bajaba la fortuna de la casa de Brull, pero aumentaba su prestigio. Las talegas recogidas por el viejo a costa de tantas picardías, se desparramaban por el distrito sin que bastasen a reemplazar su hueco algunas distracciones de fondos municipales. Don Ramón contemplaba impávido aquel derroche, satisfecho de que hablasen de su generosidad tanto como de su poder.

Los dos traían bajo el brazo sus espadas; no espadas viejas y con agarrador de madera, como los pobretones, sino con empuñadura de coruscante dorado y vaina de cuero, iguales á las que usaban los guardias municipales de la ciudad. De sus remotos ascendientes de la conquista les quedaba un amor irresistible á la espada. Las armas de fuego eran buenas para las revoluciones.

Es en esas dos secciones donde los pueblos han mostrado siempre mayor apego y mas tenacidad en la defensa y conservacion de sus fueros ó libertades municipales, de lo cual, en lejanos tiempos, dieron tan nobles ejemplos los Aragoneses, la fraccion mas liberal y de mas fuerte personalidad entre las que componen el segundo grupo.

La música seguía rugiendo la Marsellesa, y en la multitud, alguno de los ardorosos, trastornado por la ilusión y por el himno, creyendo que la cosa ya estaba en casa, gritaba a todo pulmón: «¡Viva la República!», lo que azoraba a los pobres municipales y les hacía mirar en derredor, buscando un hueco en el gentío por donde escapar. La hoguera crecía rápidamente.

Para , Pereda es, antes que toda otra cosa, el compañero y el amigo de mi infancia, el Pereda de las Escenas, el que en 1864 imprimía en La Abeja Montañesa los diálogos del Raquero, el Pereda sin transcendentalismos, ni filosofías, ni políticas; pintor insuperable de las tejidas nieblas de nuestras costas; de la tormenta que se rompe en las hoces; del alborozo de los prados después de la lluvia; de la vuelta de las cabañas desde los puertos; de la triste partida del mozo que va a Indias; de la entrada triunfal y ostentosa del jándalo; de la alegría del hogar en Nochebuena, amenizada por el estudiante de Corbán; de los supersticiosos terrores que vagan en torno de la pobre Rámila, y la traen a miserable muerte; de la salvaje independencia de los antiguos pobladores de la calle Alta y del Muelle de las Naos, últimos degenerados retoños de los que en la Edad Media daban caza a los balleneros ingleses en los mares del Norte, y ajustaban tratados de paz y de comercio con sus reyes; y finalmente, de la casa solariega próxima a desplomarse, y apuntalada, si acaso, por los dineros del indiano; y del concejo de la aldea, donde a duras penas vegeta algún rastro de las antiguas costumbres municipales.

En Bélgica han encontrado asilo todas las ideas perseguidas ó sujetas á discusion; se ha mantenido la mas saludable actividad en la vida política, sea en el parlamento y las corporaciones provinciales y municipales, sea en la prensa y las asociaciones privadas, sea en las elecciones y peticiones y en las grandes fiestas nacionales; y el resultado de esa actividad política se manifiesta en la actitud de los partidos, en la importancia de sus debates ó luchas pacíficas, y en la estabilidad que ha adquirido la constitucion nacional, fundada en la libre manifestacion de todas las opiniones, en el respeto por todos los derechos, en la energía de las costumbres políticas y civiles.

Esto que hemos tenido ocasión de observarlo muchas veces, cuando más se acentúa es al aproximarse las elecciones municipales. Desgraciado del que intente ocupar un puesto en la principalía, si no tiene registrada su partida de bautismo en la iglesia del pueblo, y la fosa de sus mayores en su cementerio.

Con esta sociedad, pues, en que la cultura del espíritu es inútil e imposible, donde los negocios municipales no existen; donde el bien público es una palabra sin sentido, porque no hay público, el hombre dotado eminentemente se esfuerza por producirse, y adopta para ello los medios y los caminos que encuentra.

Palabra del Dia

reclinándose

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