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¿Qué quieres? le dije en voz baja y con el tono más serio del mundo. ¡Oh! me contestó muy despacio... ¿usted es de los tristes también? y aquel negro ponía una cara satánica cuando me decía esas palabras. Vete le dije... vete. , me voy... ¡a buscar el cajón! A las doce de la noche, mi tía estaba depositada en el ataúd de jacarandá que Alejandro había traído.

El cuerpo de su marido obstruía el paso por la única puerta de salida; se detuvo un instante, y como tomando una resolución repentina, con los ojos iluminados por una luz satánica, se volvió al hombre que la esperaba con actitud indecisa, y saltando ambos por sobre el cuerpo que yacía en tierra, le gritó: ¡Huyamos! Yo no me había olvidado de Valentina, mi dulce Valentina de otros días.

Cosa fué pensada y hecha la reunion de metropolitanos y obispos llamados á secundar tan satánica invencion. Celebróse el concilio convocado por el tirano islamita : el miedo y el rigor luchó en los pechos de los prelados con el amor á la justicia: querian no faltar á esta, ni exasperar mas al rey.

El Padre Alesón llamó a Xuantipa a solas, la hizo sentarse, e inclinándose sobre ella, para amedrentarla por la masa y como si fuese a anonadarla, le dijo: Mujer infernal, está usted condenada sin remisión. No le ha bastado a usted martirizar sin piedad a su marido. Ahora ha precipitado usted en el abismo a una criatura inocente. ¡Gócese usted en su alegría satánica!

Detrás de Narcisa se arrastraba Andrés «a cuatro patas», sobre un charco de vino hediondo, luchando por levantarse, en un pataleo intercalado de blasfemias y amenazas. Después llegaba Julio, amortajado, andando sin pasos ni ruidos, como un ánima en pena; abría desmesuradamente los ojos, con expresión satánica, y lanzaba unas desatinadas imploraciones.

El hijo de Harun se jacta de que sabrá mover el Oriente y el Occidente con la misma facilidad que si fueran piezas de ajedrez: bravata verdaderamente asiática, pero que compromete á los emancipados sultanes de Andalucía á sobrepujar, siquiera sea por arte satánica, en fasto, en gloria, en prestigio y poderío, á los que así presumen ser árbitros del mundo.

Además de este fautor, tenia otros muchos del estado secular la satánica empresa del falso metropolitano.

Aun cuando el criterio moral no hubiera de descender más abajo del utilitarismo probo y mesurado de Franklin, el término forzoso que ya señaló la sagaz observación de Tocqueville de una sociedad educada en semejante limitación del deber, sería, no por cierto una de esas decadencias soberbias y magníficas que dan la medida de la satánica hermosura del mal en la disolución de los imperios, pero una suerte de materialismo pálido y mediocre, y en último resultado, el sueño de una enervación sin brillo, por la silenciosa descomposición de todos los resortes de la vida moral Allí donde el precepto tiende a poner las altas manifestaciones de la abnegación y la virtud fuera del dominio de lo obligatorio, la realidad hará retroceder indefinidamente el límite de la obligación.

Y de repente, de poco tiempo a aquella parte, debajo del océano, en las regiones misteriosas del abismo en las que habitaba el enemigo, de las que venían voces subterráneas de amenaza y castigo, aparecía como un reflejo infiel, otro cielo con otra luna, un cielo borrascoso con espíritus infernales vestidos de nubarrones, con el mismísimo demonio disfrazado de cuarto menguante... de la luna de miel satánica, de Valpurgis, que su mujer, Emma Valcárcel, había decretado que brillara en las profundidades de aquellas noches de amores inauditos, inesperados y como desesperados.

Cuenta la que después fue señora de Rubín que en una ocasión que miró a su compañera, hubo de observar al través del velo suyo y del de ella una expresión tan particular que se quedó atónita. Mauricia, al entrar, lloraba; pero al cabo de un rato más bien parecía reírse con contenida y satánica risa.