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Hablaba con seca ironía, dando golpecitos impacientes con las manos en los brazos del sillón. Yo le respondí con algo de aspereza: No hay que hacerle reproches; ha sido educada así. , sin duda... sin duda... La Boivic la ha educado a su imagen; pero lo malo es que ha muerto a la mitad de su obra... En fin, a lo hecho, pecho. Después de todo esas mojigaterías no duran.

Aquello nada tenia da curioso, porque era artificial: era una fiesta de sub-prefectos y alcaldes principalmente. Lo que llamaba la atencion era el largo cordon de grupos de paisanos, llenos de curiosidad, impacientes pero joviales, á veces burlones, que hacian estallar sus estentóreas carcajadas al derredor de las estaciones de la línea.

Una explosión de gritos y aplausos saludó el automóvil en el que llegaba Nélida con su hermano y Ojeda. Los padres, que habían sido de los primeros en regresar al buque, aguardaban impacientes. Pero el señor Kasper cortó con una acogida cariñosa la belicosidad de su cónyuge, irritada por esta tardanza. Juntos admiraron el pajarraco rojo y verde que sostenía Nélida en una mano.

Corrieron las niñas, impacientes; levantáronse las madres con lentitud, como si les costase abandonar su incrustación en los almohadones; sonó un fru-fru general de faldas con lentejuelas y adornos metálicos de los disfraces. Mrs. Power se despidió de los Lowe, pasando ante Ojeda sin dirigirle una mirada. Esta indiferencia la aceptó él como un signo favorable: era disimulo.

Después de comer, Martín se retira a su escritorio, seguido por las miradas impacientes de Gertrudis, que espera el momento en que va a conocer los secretos de «la bella molineraAtraviesan de bracete la pradera, para ir a la presa. La hierba está húmeda de rocío. El cielo, surcado de bandas rojizas.

A pesar de su aparente indiferencia, lo mismo el hostelero que su mujer sentíanse vivamente intrigados por ese telegrama encerrado en el sobre amarillo en que se ponen los despachos oficiales. Sospechaban que ese pliego contenía la respuesta ministerial y hacía ya más de una hora que aguardaban impacientes el regreso de Delaberge.

Gentes del otro hemisferio ojeaban impacientes el horizonte, creyendo ver asomar a ras del agua la famosa Cruz del Sur... No se distinguía aún; pero dentro de cuatro o cinco días la verían elevarse majestuosa en el firmamento. Y muchos parecían entusiasmados con esta esperanza, como si al contemplar la constelación admirada desde su niñez se creyesen ya en sus casas. La noche era calurosa.

Los intrigantes suben; los amigos, los aduladores, los lacayos medran sin necesidad de sermones; pero nosotros, los que hemos de ascender por nuestro mérito apostólico, no podemos ser impacientes, tenemos que esperar en una actitud digna de sumisión y respeto. ¡Farsa, pura farsa! ¡Oh, si yo echase a volar mi dinero!... Pero mi dinero es de mi madre, y además yo no quiero comprar lo que es mío, lo que merezco por mi cabeza, no por mis arcas. ¿No quedábamos en que era yo una lumbrera? ¿No se dijo que en tenía firme columna el templo cristiano?

El coche volaba por la carretera con la arrogancia de un carro triunfal, y en su interior, los dos esposos, agarrados del talle, mirábanse con pasión. El sombrero de Luis estaba a sus pies, y ella le acariciaba la cabeza, despeinándole: el juego favorito de su luna de miel. Y Luis reía, encontrando el suceso graciosísimo. Nos van a tomar por novios impacientes.

Los «macarenos» todos los años se hacían señores de la famosa calle, y necesitaban horas enteras para recorrerla, gozándose en las protestas impacientes de los cofrades de otros barrios, gente inferior, cuyas imágenes no podían compararse con la de la Macarena, y que por su insignificancia vivían condenados a aguardar humildemente detrás de ellos.