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Amontonaba los residuos de los fumadores, picando las colillas y vendiéndolas como tabaco desmenuzado luego de exponerlas al sol. Los hallazgos de valor eran para una prendera, que compraba estos despojos del público olvidadizo o turbado por la emoción. Gallardo contestó a los saludos melosos del viejo dándole un cigarro, y se despidió del Lobato.

Emilia le recibió con su habitual afabilidad, pero no le dijo palabra de su silencio durante el viaje, ni se quejó porque no hubiese luego ido a verla, ni le llamó olvidadizo ni descastado. Estuvo con él como si hubiesen hablado la víspera. La actitud de Julián fue la de costumbre.

Realmente, Margarita Brunet, con este último rasgo de fidelidad, tan en desarmonía con su olvidadizo temperamento, no hizo más que pagar una deuda sagrada: Neuville, en efecto, fué quien, al mismo tiempo que conquistaba aquel corazón ingrato, fijó su destino. Deslumbrado bajo las pupilas fulgurantes y arcanas de su ídolo, el modesto actor repetía: «Has nacido para actriz. ¿Por qué no te atreves?

Así es que puedes presentar ese joven a Antoñita por medio del señor de Mengis y si le place... ¡Ah! ¡qué olvidadizo soy! exclamó Amaury, dándose una palmada en la frente. Está visto que unos meses de ausencia han bastado para hacerme perder por completo la memoria. Olvidaba que Leoncio juró vivir y morir en el celibato.

Señor gobernador de la provincia, a mi vuelta, reclamo esas ofrecidas botellas de Pedro Jiménez.... ¡No se haga usted el olvidadizo! Lucía, hay que subirse: el tren andará en seguida, y las señoras no pueden.... Y con ademán cortés y discreto ayudó a subir a la novia, empujándola levemente por el talle. Después saltó él, sin casi apoyarse en el estribo, arrojando antes el puro a medio fumar.

De los primeros en llegar era el insigne portugués don Raimundo, después de dar una regular batida por las aceras del Cabildo y del Palacio de Gobierno, tarea que llevaba a cabo con el arte de un consumado polizonte; llegaba malhumorado, porque él decía repugnarle en extremo esta caza cotidiana al deudor olvidadizo, verse obligado a acechar a cada uno, correr detrás, cogerle por los faldones y recordarle por la centésima vez, por la milésima vez que en tal fecha le hizo tal préstamo, y esto todos los días, y siempre sin resultado.

Admitiendo esto como cierto, fácilmente puede ser comprendida y apreciada la personalidad de don Juan de Todellas, caballero madrileño y contemporáneo nuestro, cuya manía consiste en cortejar y seducir el mayor número posible de mujeres, con una circunstancia característica: y es, que así como hay quien se deleita y entusiasma con las ciencias, no en razón de las verdades que demuestran, sino en proporción del esfuerzo que ha menester su estudio, así don Juan, más que en poseer y gozar beldades, se complace en atraerlas y rendirlas; por donde, luego de lograda la victoria, viene a pecar de olvidadizo y despegado, entrándosele al alma el hastío en el punto mismo de la posesión.

El chamorro es de genio afable, predominando algo el recuerdo del orgullo de sus antepasados; es honrado como pocos pueblos, y tan sufrido en lo que cree justo, como díscolo en lo que no lo cree; es de tesón y poco olvidadizo.

En lo sucesivo me aislé mucho. Menos que a nadie me correspondía a interrumpir coloquios de los cuales debía resultar la inteligencia de dos corazones muy lejos sin duda de conocerse. Iba lo menos posible al hotel D'Orsel; era tan insignificante ya el papel que yo representaba en medio de los altos intereses que allí se cruzaban que no ofrecía ningún inconveniente el hacerme olvidadizo.

Tal vez los más de sus compatriotas fuesen de carácter ligero y olvidadizo, entregados con exceso á los sensualismos de la vida; pero cuando llegaba la hora del peligro, cumplían su deber simplemente, sin necesitar la dura imposición que sufren los pueblos sometidos á férreas organizaciones.