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En todo Burdeos no hay doncel más hambriento. Si las espuelas de caballero y los ricos cargos se ganasen con el estómago, serías ya lo menos condestable. Pues digo, que si se ganasen empinando el codo, Rodolfito mío, te tendríamos de canciller hace años. Basta de charla, exclamó otro, y que hablen los escuderos de Morel. ¿Qué se dice por Inglaterra, mocitos?

Manuel tomó el vaso de vino, y dijo: Ven acá, quita pesares, alivio de mi congoja; criado entre verde hoja, y pisado en los lagares; te pido de que me aclares esta garganta y galillo para brindar a los novios empinando este vasillo. Ahora te toca a ti, Ramón del diablo, ¿te ha embotado el licor la garganta?; estás más soso que una ensalada de tomates.

Y aunque sois tan amigo suyo, le conocéis muy poco si le juzgáis capaz de atentar contra el honor de su prometida y contra el mío. Buscad a vuestro duque en cualquier otro sitio; acaso le encontréis en una taberna del camino, empinando el codo... VALDEMAR. ¡Registraré de arriba abajo el castillo! Astolfo, ven aquí. Eso me inquieta: temo que haya sido víctima de un advenedizo.

Noto que desde su llegada á Burdeos anda con un parche en un ojo, lo mismo que hizo la víspera de Poitiers. Pues ese parche va á costar mucha sangre, os lo digo yo. ¿Cómo fué lo de Poitiers, sargento? preguntó un joven arquero. ¡Cuéntalo, Simón! exclamaron otros. ¡Á la salud de Simón Aluardo! dijeron muchos empinando el codo.

165 Una noche que riunidos estaban en la carpeta empinando una limeta el jefe y el juez de paz, yo no quise aguardar más, y me hice humo en un sotreta. 166 Me parece el campo orégano dende que libre me veo; donde me lleva el deseo allí mis pasos dirijo, y hasta en las sombras de fijo que donde quiera rumbeo.

Y eso que iban ya a pedirr la bendición a Su Santidad y todo, todo... Te advierto esto prosiguió el tío Frasquito, empinando el dedo porrque si piensas consultarrle alguna... vocación o confesarrte... ¿Confesarme yo? exclamó muy ofendido Jacobo . ¿De dónde sacas eso? Como decías que deseabas hablarle... ¿No es el padre Cifuentes el confesor y el director íntimo de mi mujer?...

Por la religión triunfante dijo Elías, empinando con gravedad. Por los buenos principios de gobierno apuntó Negri .... Pero no bebe usted, Sr. D. Felicísimo. ¿No bebes, Felicísimo? Eso no se puede consentir manifestó Orejón con brío, apresurándose a ser Ganimedes del Júpiter de la agencia eclesiástica . Verdad es que este Jerez quema como pimienta.

El clérigo sabía que estas cruces señalan el lugar donde un hombre pereció de muerte violenta; y, persignándose, rezó un padrenuestro, mientras el caballo, sin duda por olfatear el rastro de algún zorro, temblaba levemente empinando las orejas, y adoptaba un trotecillo medroso que en breve le condujo a una encrucijada.

Nos gusta más Homero, ciego y vagabundo; Cervantes, que, según la gente, no tuvo qué cenar cuando terminó el Quijote; Shakespeare, cómico de lengua y empinando el codo en las cervecerías; Beethoven, pobre sordo... y Colón, muriendo de hambre sobre unas pajas, sin haber recibido blanca por sus descubrimientos.

En fin, tirando el sombrero sobre la nuca, estirando la pierna, empinando el vientre, bostecé formidablemente. Mucho tiempo rodé así por la ciudad, bestializado en un goce de Nabab. Súbitamente, un brusco apetito de gastar, de disipar oro, vino a llenar mi pecho como una ventolina que hincha una vela. ¡Pára, animal! grité al cochero. El coche se paró.