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Una noche, estando Astolfo de visita en casa de su amada, penetra en ella el Duque á la fuerza. Los dos rivales riñen. Astolfo cae y es dejado por muerto. La herida, sin embargo, no es mortal; trasladado á casa de un amigo, permanece allí oculto hasta después de su convalecencia, temeroso de la venganza del Duque.

Un subterráneo pone en comunicación esta casa con el jardín de Julia, y Astolfo lo utiliza para hacer una visita á su amada.

, muchacho, es otro. ¡Pero es terrible! La condesa traiciona a su noble prometido, y mientras él vuela hacia aquí en alas del amor, ella se deja abrazar por un advenedizo. ¡Ahí tienes lo que son las mujeres, Astolfo! ASTOLFO. ¿Bromeáis, conde? EL CONDE. Nada de eso. Lo que estás viendo no parece una broma. ASTOLFO. Pero os aseguro que es el duque.

Pero no: somos demasiado pobres para eso; estamos más hambrientos aún que los perros. No, Astolfo; dales, más bien, a mis barones de comer, pues están no menos hambrientos que yo, y guarda los restos en la cueva. Nos los comeremos después, procurando que duren todo lo posible. , Astolfo, todo lo posible. En nuestra situación hay que ser muy económicos. ASTOLFO. ¡A vuestras órdenes, conde!

Imposible. Esto sería lo peor que se me pudiera ocurrir. Esto sería un sermón inaguantable. Hablemos, pues, de la Primavera, aunque sea sin orden. ¡Ojalá tuviese yo a mano al Pegaso o al Hipogrifo, para imitar a Perseo o a Astolfo, montar en él, y correr a rienda suelta a donde y por donde el monstruo quisiera llevarme!

La invención de este argumento es de las más felices; está, además, perfectamente calculado, y su desarrollo parece hecho por el poeta con predilección y cariño. El joven Astolfo tiene relaciones amorosas con la bella Julia, á quien el duque de Sajonia pretende también, aunque ella no corresponda á su inclinación.

Cuando pase por delante de vuestro escondrijo, caed sobre él y tiradlo al estanque. ¡Chis!... Le ataréis a las piernas plomo y piedras... ¡Cómo besa a mi hija ese ladrón de mi honor! ASTOLFO. , ahora estoy convencido de que no es el duque. EL CONDE. ¡Silencio! ELSA. ¿Por qué te has hecho esperar tanto? ENRIQUE. ¡Oh, el día me ha parecido interminable!

Séame permitido intercalar aquí parte de esta escena. Astolfo, el anciano criado de Mauricio, descubre el secreto á Focas; le presenta á los dos mancebos, y le dice: ASTOLFO. Ahora, con el resguardo Que el uno en el otro halló, Sabiendo que es tu hijo el uno, Podrás matar á los dos. ¡Qué escucho y qué miro! ¡Extraño Suceso!

EL CONDE. , Astolfo, hay que ser económicos. Seamos como aquella burguesa prudente que, después de casar a su hija, se nutrió durante medio año con los restos del festín nupcial. Escatima cada pedazo, pésalo, calcúlalo. Si se cubre de moho, corta la parte superior; a pesar de eso, lo comeremos muy a gusto.

Vete por do quisieres, que en la frente llevas escrito que no te igualó en ligereza el Hipogrifo de Astolfo, ni el nombrado Frontino, que tan caro le costó a Bradamante.