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Actualizado: 19 de mayo de 2025


En lo alto de la escalinata aparece Astolfo. ELSA. ¿Por qué me habéis hecho esperar tanto tiempo? He creído morir de angustia y desesperación. Enseñadme la faz... Si sois vos... eres ... ¿Por qué no dices nada, Enrique? ¿Acaso has muerto y no eres más que tu espectro? ENRIQUE. , soy mi espectro. ELSA. ¿Pero cómo queman tus labios de tal modo? Los labios de un espectro están fríos y mudos.

Nunca una cosa así ha deshonrado a nuestra familiaEL CONDE. ¡Más aprisa, muchacho! ASTOLFO. El conde añadió: «Coge tres hombres, cae sobre el malhechor, átale a los pies plomo y piedras y...» VALDEMAR. ¿Y lo has hecho? ¡Oh, cielos! ¿Dónde está el duque entonces? ELSA. ¡Enrique! ¡Espectro querido de los labios ardientes! ¡Voy a reunirme contigo, amado mío!

La condesa está sentada sola en un banco de piedra. Lleva un traje blanco, y una pequeña corona adorna sus cabellos. Aparece en la escalinata semirruinosa del castillo del viejo conde. Le precede su fiel servidor, el viejo Astolfo, de aspecto muy semejante al de su amo. Astolfo, encorvado, con una linterna en la mano, le alumbra el camino al conde. Es hora ya de que todo el mundo descanse.

ASTOLFO. Los barones están furiosos; desde por la mañana están esperando al duque, al noble prometido de la noble condesa Elsa. EL CONDE. ¡Los barones! Y , Astolfo, ¿estás contento? A juzgar por tu cara, me parece que no. EL CONDE. Vuestro prometido no se apresura demasiado, condesa Elsa; hace largo rato que ha anochecido, y sigue sin venir.

Y aunque sois tan amigo suyo, le conocéis muy poco si le juzgáis capaz de atentar contra el honor de su prometida y contra el mío. Buscad a vuestro duque en cualquier otro sitio; acaso le encontréis en una taberna del camino, empinando el codo... VALDEMAR. ¡Registraré de arriba abajo el castillo! Astolfo, ven aquí. Eso me inquieta: temo que haya sido víctima de un advenedizo.

ASTOLFO. Comienzo a tener dudas. Vos veis mejor que yo, conde. EL CONDE. Además, la noche es obscura, ¿verdad? ASTOLFO. , muy obscura. EL CONDE. ¿Ves? Y cuando está obscuro, es muy fácil equivocarse. ASTOLFO. , es muy fácil. ¡Decididamente, no es el duque! EL CONDE. ¡Pobre duque! ¡Ser engañado tan cruelmente en su misma noche de bodas!

ELSA. No estarán lejos. ENRIQUE. No; pronto oirás los sonidos de sus trompetas, y entonces mi espectro te dejará. ELSA. ¿Por mucho tiempo? ASTOLFO. ¡Es el duque! EL CONDE. ¿Crees? ASTOLFO. ¿Quién puede ser, si no, ese hombre? , es el duque. EL CONDE. Pero esa no es su capa. ASTOLFO. Y, sin embargo, le reconozco: es el duque. EL CONDE. Lo dudo. Es otro, sin duda.

EL CONDE. ¡Representas bastante bien la comedia, hija mía! Sin embargo... Astolfo, refiere lo que has visto. ASTOLFO. Estábamos aquí, en este mismo escalón... EL CONDE. ¡Más aprisa, muchacho! lacónico. ASTOLFO. Y vimos de repente a alguien, que llevaba una vieja capa y parecía un criado, abrazar a la condesa. «¡Qué desgracia! me dijo el conde . Mi hija le es infiel a su prometido.

Harto hemos esperado al novio, y aunque nos lo ha recomendado el propio emperador, no somos lo bastante ricos para hacer arder toda la noche aceite y alquitrán. ¡Que se apaguen todos los fuegos! ASTOLFO. ¿Y cuáles son las órdenes del conde en lo que se refiere a las mesas servidas? EL CONDE. ¡Que les echen toda la comida a los perros!

Pero vamos a defender su honor, que no puede defender por mismo. ASTOLFO. , no es él. Ahora lo veo bien. EL CONDE. ¡Silencio! Coge tres hombres... de los que tengan más hambre: el hambre doblará sus fuerzas... ¡Ah, villano, cómo besa a mi hija, a la novia del pobre duque!... , coge tres hombres y acechad a ese intruso.

Palabra del Dia

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