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El señorito no pudo contenerse. ¿Eres , miserable? exclamó con voz alterada poniéndosele delante. ¿Eres , gañán asqueroso, el que se atreve á profanar lo que debiera ser tan sagrado para ti como la Hostia?... ¿No sabes que los criados no pueden atentar á la honra de sus señores?... Pues apréndelo, villano...

Desde la llegada del tremendo teniente coronel ningún vecino, por grave y respetable que fuese, estaba seguro. Muchos hidalgos y ricos hacendados de la villa, que hasta entonces habían conservado inmaculadas sus mejillas, ni soñaban con que nadie pudiese atentar a ellas, las vieron selladas y rubricadas cuando más descuidados estaban por los dedos del feroz inválido.

El plan que le sugiere para la realización de este designio, es el siguiente: la sultana Zelora ha tramado con el joven Mahamud una conspiración para atentar á la vida del Sultán la noche inmediata; se encontrará un puñal en poder de Zelora y una carta á Mahamud, que probarán su traición.

Y aunque sois tan amigo suyo, le conocéis muy poco si le juzgáis capaz de atentar contra el honor de su prometida y contra el mío. Buscad a vuestro duque en cualquier otro sitio; acaso le encontréis en una taberna del camino, empinando el codo... VALDEMAR. ¡Registraré de arriba abajo el castillo! Astolfo, ven aquí. Eso me inquieta: temo que haya sido víctima de un advenedizo.

La legalidad es cosa sagrada, contra la cual es preciso no atentar nunca; no hace poco el gobierno que no pudiendo salvar el fondo, deja intactas las formas. Si algo hay de arbitrariedad, al ménos no se presenta con la irritante férula del despotismo. Esto es precioso para la libertad de los pueblosLos hombres del poder ¿son nuestros adversarios?

Entretanto la Providencia parecia proteger los dias del Libertador en Jamaica, alejando de su pecho el puñal traidor que habia de atentar contra ellos.

La proclama aquella, que es uno de los pocos escritos de Rosas, es un documento precioso que siento no tener a mano. Era un programa de su gobierno, sin disfraz, sin rodeos: el que no está conmigo es mi enemigo; tal era el axioma de política consagrado en ella. Se anuncia que va a correr sangre, y tan sólo promete no atentar contra las propiedades. ¡Ay de los que provoquen su cólera!

Sabe Dios... Alguna trampa que me quieren armar. Si sólo fuera para asesinarme, pase; ¡pero si es para atentar al sagrado de mi honor...!

Portugal, un pigmeo, ¿absorbe al Brasil, gigante a su lado? Seamos sinceros y prácticos reposando en la convicción de que no sólo la independencia americana es un hecho y un derecho, sino que nadie tiene la idea de atentar contra las cosas consumadas.

No podía mirar sin horror los tabiques de esteras, más propios para atentar a la decencia que para resguardarla, y el vocerío de tanta chiquillería ordinaria le atacaba los nervios. Por las tardes, casi al anochecer, solía bajar a Madrid, para visitar a alguna amiga o dar una vuelta por las tiendas conocidas. En estas había poquísima gente.