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«Es preciso averiguar si realmente ha muerto Rumblar... ¿Entrará al fin Inés en la familia de su madre? ¿La perderé para siempre? ¿Debo reírme de mi necia y ridícula aspiración? ¿Un hombre como yo puede subir a tanta altura? ¿La misteriosa obscuridad de los tiempos venideros ocultará alguna cosa que destruya este nivel espantoso? ¿Puedo esperar o resignarme desde ahora, bendiciendo la mano de la Providencia que me arroja en el polvo de donde nunca debí intentar salir

Yo doy por cierto y constante que Berenguer robe, destruya, y abrase las costas vecinas como él ofrece; ¿pero quién nos asegura que al tiempo que él estuviere corriendo los mares, los pocos que quedaren en Galípoli no sean perdidos? ¿Y entonces Berenguer á donde podrá su armada, donde los despojos de su victoria? ¿No le queda puesto ni lugar seguro hasta Sicilia; pues yo por mas cierto tengo el perderse Galípoli si él sacáre la gente que está en su defensa para guarnecer la armada, que seguro de su victoria.

No aceptamos la propiedad antimiasmática del alcanfor, en el sentido que destruya los animalillos, el miasma animado, productores de enfermedades graves; por otra parte, sus efectos en el cuerpo humano, su electividad sobre el corazon, el cerebro y la médula oblongada, nos esplican racionalmente sus propiedades, tales como las hemos indicado.

Vale e importa dijo Tiburcio para que el diablo, aunque no tuerza la voluntad del hombre ni destruya la responsabilidad de sus actos, encamine estos actos hacia un fin y según un plan predeterminado, al cual obedece el diablo muy a pesar suyo y sin el cual no consentiría Dios que tentase a nadie. Tal, a mi ver, es la utilidad del oficio diabólico.

Quizás nada ó muy poco habré dicho de nuevo para las personas ilustradas, pero muchos á quienes no es posible revolver los dispersos y escasos volúmenes que contienen nuestras glorias, si leen mi opúsculo, fijarán con mas atencion la vista en este monumento venerable, y cuando lo visiten ó pasen á corta distancia recordarán los nombres de tantos héroes aragoneses, y de cuantos ocupando altos destinos se propongan salvar de la voracidad del tiempo tantas memorias dignas de conservarse, infundiendo á los que habiten en lo succesivo en aquel edificio, un respeto santo para evitar que se destruya y desaparezca por la mania y el vandalismo una obra que ha sobrevivido á tantos desastres, y que se mantiene con señales de lo que fué, á pesar de las contínuas revoluciones de las edades.

Los que aun abrigan preocupaciones contra los extranjeros, pueden responder a esta pregunta: Cuando un forajido, un furioso, o un loco frenético llegase a apoderarse del Gobierno de un pueblo, ¿deben todos los demás Gobiernos tolerar y dejar que destruya a su salvo, que asesine sin piedad y que traiga alborotadas diez años a todas las naciones vecinas?

Volvió a cerrarlos. Pero haciendo al cabo de algunos instantes un esfuerzo para incorporarse, dijo con voz más firme: Para que la vida en otro mundo me fuese soportable... sería forzoso que trasformasen mi ser por completo... Mi carácter por sólo bastaría para aburrirme... Déjeme usted reposar en paz... Deje usted, padre, que se destruya el error fundamental de mi existencia... Ni yo ganaría nada con perpetuarme... ni el Universo tampoco... Ahí quedan otros millones de seres encargados de sostener el fardo de la vida.

En seguida dijo: Tío, quisiera no puedo pensar en ello, me hace perder la razón, me parece... que es necesario que con mis manos destruya todo lo que me rodea, que lo haga pedazos todo. Sin embargo, es necesario que reunas tus ideas, amigo mío dijo el doctor, y que me cuentes todo, punto por punto; sólo de ese modo podremos aclarar este enigma. El silencio reinó en la habitación obscura.

Dios me destruya si lo que me digo, tía Zarandaja, contestó el señor Viváis-mil-años; que este oficio nuestro que traemos tiene tales quiebras, que a veces nos vemos quebrados por el espinazo; y si yo hago lo que ese señor quiere, en tratos y comercio, que no me tienen cuenta puedo verme con la justicia ordinaria; y si no lo hago, es tal ese señor y tan poderoso, que como de la Inquisición me sacó, puede meterme otra vez en ella, donde yo me pierda y no vuelva a saberse de ; que tal vez me empareden o me entierren vivo.

La hache... Y mientras una revolución no destruya esa letra aristocrática, yo, como el Sr. Vázquez Mella, no podré creer que la democracia inglesa es una cosa perfecta. En España, país de los viceversas, son sólo algunos pobres campesinos andaluces quienes pronuncian la hache.