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Todos se le negó, temiendo, á lo que yo sospecho, que el Rey de Aragon no hiciese gran sentimiento, si Berenguer tan grande y principal vasallo suyo padeciera afrentosa muerte en poder del Emperador Andronico, el cual tentó el medio mas eficaz que pudo, ofreciendo á ciertos patrones de estas galeras, para que con algun engaño se le entregase, ocho mil escudo, y diez y seis pares de ropas de brodecado; pero descubierto el trato, no quisieron que Andronico tentase alguna violencia, y así se partieron, dajando muy desbrido al Emperador.

Ocurriría quizás lo siguiente: recibido que fuese por el obispo de Córdoba el mensage del rey árabe, el prelado reuniria su cabildo, y al esponerle la voluntad y proposicion del mahometano, al punto, como en toda reunion numerosa acontece, se pronunciarian divididos los pareceres: no porque la oferta de Abde-r-rahman tentase la codicia de los que desde luego se hubiesen declarado por la cesion de la basílica, sino porque su propio celo les hiciese mirar como ventajosa su traslacion á otro punto.

Vale e importa dijo Tiburcio para que el diablo, aunque no tuerza la voluntad del hombre ni destruya la responsabilidad de sus actos, encamine estos actos hacia un fin y según un plan predeterminado, al cual obedece el diablo muy a pesar suyo y sin el cual no consentiría Dios que tentase a nadie. Tal, a mi ver, es la utilidad del oficio diabólico.

La ciudad, ensanchándose, amenazaba tragarse al huerto con su desbordamiento de casas, y el tío Tòfol, a pesar de hablar mal de sus terruños, temblaba ante la idea de que la codicia tentase al dueño y los vendiese como solares. Allí estaba su sangre; sesenta años de trabajo.

Dicho esto soltó la vieja una carcajada nerviosa y se alejó precipitadamente de mi lado. Desde entonces tomé yo el extraño apodo o sobrenombre de Morsamor. En balde procuró Tiburcio serenar el ánimo y disipar las melancólicas aprensiones de su amigo. No tienes la culpa le dijo de que el diablo tentase a Beatricica, y de que ella se diese al diablo.

Pasábale las piezas al señor Manolo, y éste reía, con el goce brutal de la destrucción, ofreciendo a Maltrana los conejos para que los tentase. Aún estaban calientes: ¡cómo los dejaba la bicha al morderles!... Anunció el Chispas que ya no salían más; la madriguera estaba despoblada. El Mosco tiró de la cuerda y volvió a sonar el apagado cascabeleo.