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Las crecientes de las sierras se despeñaban por las quiebras desesperadamente, convirtiendo en mar el río que caminaba por aquellas hondas negruras del Tajo, donde y en lo más alto se alzaba el puente destruído.

Suicidios, tisis, quiebras, fugas, enterramientos en vida, pasaban como por una rueda de tormento por aquellos dientes podridos y separados, que tocaban a muerto con una indiferencia sacristanesca que daba espanto. El vejete terminó su historia al por menor con los ojos encendidos de orgullo. ¡Qué memoria la suya!, pensaba él. ¡Qué mundo este!, pensaban los demás.

Tiene también sus quiebras; el hombre jamás puede ser feliz por completo. Los solteros no tenemos quien nos repase los calcetines ni quien nos enfríe el caldo al lado de la cama cuando estamos constipados; pero en cambio hay otras ventajillas, y bien pesadas las de uno y otro estado, me parece que nosotros no llevamos la peor parte. Volvió a chupar el cigarro entornando un poco los párpados.

Enternecióse Sancho Panza con las razones de maese Pedro, y díjole: -No llores, maese Pedro, ni te lamentes, que me quiebras el corazón; porque te hago saber que es mi señor don Quijote tan católico y escrupuloso cristiano, que si él cae en la cuenta de que te ha hecho algún agravio, te lo sabrá y te lo querrá pagar y satisfacer con muchas ventajas.

Donde quiera, en un grandioso horizonte limitado por las sierras Morena y Nevada, se desarrollan bellísimos paisajes, ora en las montañas escalonadas y los cordones de colinas suaves, ora en vastas llanuras y en las ramblas y quiebras ondulosas que se producen hacia el Guadalquivir.

Experimentó una sensación de disgusto ante las hembras serviles y tímidas, acostumbradas al golpe, y que buscaban resarcirse con avidez de las grandes quiebras y desengaños sufridos en su comercio. Lo era imposible celebrar, como sus primos, con grandes carcajadas el desencanto de estas mujeres cuando veían perdidas sus horas, sin conseguir otra cosa que bebida abundante.

María pasa cotidianamente y a esta hora por este mismo sitio, viniendo de los huertos que para su recreo tiene Gerif en esas quiebras del valle.

Currita comprendió el terrible reproche que esta intencionada observación encerraba, y sin tiempo para reflexionar, y convirtiendo en ira contra los demás el propio remordimiento, achaque común de todos los mezquinos, olvidóse de su suavidad y mansedumbre, y se revolvió furiosa, como una gata arisca a que pisan el rabo; en la impetuosidad de su ira, cometió la imprudencia de disculparse: ¿Y qué tengo yo que ver con eso? gritó . ¿Acaso le he dicho yo que se bata? ¿Quién le mandó meterse en camisa de once varas?... También el papel de don Quijote tiene sus quiebras, hija mía...

Dios me destruya si lo que me digo, tía Zarandaja, contestó el señor Viváis-mil-años; que este oficio nuestro que traemos tiene tales quiebras, que a veces nos vemos quebrados por el espinazo; y si yo hago lo que ese señor quiere, en tratos y comercio, que no me tienen cuenta puedo verme con la justicia ordinaria; y si no lo hago, es tal ese señor y tan poderoso, que como de la Inquisición me sacó, puede meterme otra vez en ella, donde yo me pierda y no vuelva a saberse de ; que tal vez me empareden o me entierren vivo.

El aparato con que se han de hacer es estraordinario y nuevo, porque se han de celebrar en un prado que está junto al pueblo de la novia, a quien por excelencia llaman Quiteria la hermosa, y el desposado se llama Camacho el rico; ella de edad de diez y ocho años, y él de veinte y dos; ambos para en uno, aunque algunos curiosos que tienen de memoria los linajes de todo el mundo quieren decir que el de la hermosa Quiteria se aventaja al de Camacho; pero ya no se mira en esto, que las riquezas son poderosas de soldar muchas quiebras.