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Actualizado: 21 de mayo de 2025
No veo su anillo de matrimonio. Y miraba sonriendo las manos masculinas puestas sobre la mesa. Pero otra cosa pareció preocuparla más que el estado civil del señor que la había seguido. Volvió los ojos con cierta ansiedad hacia el mostrador, donde estaba el camarero esperando su llamamiento. ¿Puedo tomar una copa? preguntó . Advierto á usted que el whisky de aquí es magnifico.
Y miraba a la joven con ansiedad, porque aquella cruel pregunta se le había escapado, por así decirlo, a su pesar, y comprendía todo lo que semejante suposición debía tener de espantoso para ella. Moriría como Pepa respondió la niña sonriendo con una admirable expresión de amor y de resignación ; como ella, moriría por mi amante. No es la primera vez que se me ocurre.
¡Ah! ¡habéis amado, fray Luis! ¿Y qué hombre no ha amado? exclamó profundamente el confesor del rey . Y yo he amado como han amado muy pocos hombres, como más daño hace el amor; callándole, dominándole, encerrándole dentro del alma, sin esperanzas, sin deseos, con una ansiedad desconocida, infinita, insufrible, con el vacío del alma que necesita llenarse y no puede ser llenado.
Un largo rato permanecimos en la mayor ansiedad, pidiéndonos unos a otros noticias de lo que ocurría; pero en nuestro regimiento no se sabía nada; todos los generales corrieron hacia la izquierda del camino, y los jefes de los batallones aguardaban órdenes decisivas del Estado Mayor.
Esperaré que estéis vestida; pero os lo ruego, respondedme. El silencio más completo siguió reinando en su derredor. Una rara ansiedad lo dominó... Llamó al aya en alta voz y golpeó con el puño contra la puerta; pero fué en vano, el cuarto permaneció silencioso como una tumba.
Entonces, de lo más profundo del corazón, de los íntimos repliegues de su alma, surgía otro recuerdo débil, pero no por eso menos claro: la víctima se había inspirado siempre, no solamente en la verdad y en la justicia, sino en otros sentimientos más fuertes, más poderosos; los sentimientos cristianos del perdón y la compasión... Y la ansiedad del joven seguía aumentando, crecía continuamente.
Se puso a observarla con ansiedad queriendo sorprender en sus ojos, en sus ademanes aquel odio que él mismo había trabajado por despertar. No era verdad, sin embargo. Clara no le odiaba, le despreciaba.
Juana, pobre mujer envilecida, que arrastrando su espíritu en el cieno, pasó la triste vida vendiendo por amor letal veneno; cabeza hermosa, donde de seguro no brotó nunca pensamiento puro, y que ignorando el bien que poseia, vendia, por un poco de dinero, en público mercado, el placer más inmundo, si es vendido, el mayor y más dulce, si es ganado; próxima al duro instante de la triste agonía, á un padre confesor agonizante con anhelosa voz así decia: «Padre: yo de mis culpas me arrepiento »y pido á Dios perdon de mi impureza; »miradme bien al rostro, que no miento.» Y levantando la cabeza en tanto, fijaba sobre el fraile macilento una mirada de ansiedad y espanto; y al ver que nada el fraile le decia, con ansiedad creciente proseguia: «
Y como si el recién llegado hubiese comprendido aquella pregunta en aquella mirada, dijo: Don Rodrigo está gravemente herido, casa del duque de Lerma. Montiño se puso levemente pálido, y fijó con ansiedad los ojos en Dorotea. ¿Y bien? dijo ésta ¿porqué me dais esa noticia como si se tratase de una persona muy allegada á mí? ¡Cómo! dijo con insolencia aquel hombre yo creía que os importaba algo.
Desea hablar con el señor duque. Este, iluminado repentinamente por una idea, dijo: Que pase. El cochero que entró era el mismo que le había conducido desde casa de Calderón a la de su querida. Salabert le miró con ansiedad. ¿Qué traes? Esto, señor duque, que sin duda debe de ser de vuecencia dijo presentándole la cartera perdida.
Palabra del Dia
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