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Actualizado: 21 de mayo de 2025


25 DALET Se apegó con el polvo mi alma, vivifícame según tu palabra. 27 Hazme entender el camino de tus mandamientos, y meditaré de tus maravillas. 28 Se deshace mi alma de ansiedad, confírmame según tu palabra. 29 Aparta de , camino de mentira; y de tu ley hazme misericordia. 30 Escogí el camino de la verdad; he puesto tus juicios delante de .

Y regresó á la Presa, sintiendo sin embargo una ansiedad que le hacía marchar apresuradamente. A la misma hora, cerca de la estancia de Rojas, estaba Manos Duras con sus tres camaradas de la Cordillera hablando al amparo de unos matorrales. Habían desmontado y tenían sus caballos de las riendas.

El esfuerzo que exigía la cuesta la excitaba; se sentía calenturienta; de sus mejillas, entonces siempre heladas, brotaba fuego, como en lejanos días. Subía con una ansiedad apasionada, como si fuera camino del cielo por la cuesta arriba. Después de un recodo de la senda que seguía, Ana vio de repente nuevo panorama; Loreto quedó invisible.

La situación de aquella desdichada no podía ser más espantosa, más dramática; basta anunciarla para que se comprenda. Un terror profundo y una ansiedad mortal... y sin haber comido, privada de sus criados; y sin haber visto un sólo resquicio de salvación, entre las tinieblas de horrores que la rodeaban.

¡Quién sabe si ya habrá, muerto! pensaba tenazmente bajo el influjo de su pesimismo . Cuando la madre ha enviado este despacho, es indudable que Margaret va á morir.... ¡Y yo sin poder realizar los deseos de esa señora, que parece me espera con ansiedad!... ¡Qué idea la mía de emprender un viaje á estas tierras remotas!

¡Las horas larguísimas del que aguarda con ansiedad!... Se paseó fumando, encendiendo un cigarro en el resto del anterior. Luego abrió la ventana, queriendo borrar este perfume de tabaco fuerte.

; un hidalgo que ha llegado á Madrid, á quien conoce su majestad la reina dijo el padre Aliaga con el acento más reposado del mundo, aunque sentía una ansiedad cruel por oír la contestación de doña Clara. La reina no conoce á ese caballero dijo la joven. ¿Que no le conoce?... No; ni siquiera le ha visto. Me ha escrito, sin embargo, su majestad, en su favor.

El bufón se detuvo como devorando con cierto placer maligno la ansiedad del padre Aliaga. ¿De quién? dijo el fraile con impaciencia. De cierto mancebo á quien ha hecho capitán la reina con vuestro dinero. El padre Aliaga sintió el golpe en medio del corazón; se estremeció. ¿Y ama el señor Juan Montiño á Dorotea? Debe amarla, porque le ama ella: pero si no la ama, y la engaña, peor para él.

Extendía las manos como para apoyarse en un punto y retroceder mejor. El espacio iluminado era para él como un inmenso abismo en el cual se suponía próximo a caer. El instinto de conservación obligábale a cerrar los ojos. Excitado por Teodoro, por su padre y los demás de la casa, que sentían la ansiedad más honda, miró de nuevo; pero el temor no disminuía.

Al tirar del cordel grasiento, el mismo tañido lúgubre, que tanto había impresionado al P. Gil la vez primera que puso los pies en aquella casa, produjo a ambos un estremecimiento de temor y ansiedad. No tardó en oírse la voz cascada de Ramiro. ¿Quién es? Gente de paz. ¿Quién es? tornó a preguntar. Soy yo, Ramiro. Abre respondió el sacerdote.

Palabra del Dia

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