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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Y Batiste calló, mientras el monstruo de las siete cabezas, replegándose en el sofá de damasco, cuchicheaba preparando la sentencia. El tribunal sentènsia... dijo la acequia más vieja; y se hizo un silencio absoluto. Toda la gente de la verja mostraba en sus ojos cierta ansiedad, como si ellos fuesen los sentenciados. Estaban pendientes de los labios del viejo síndico.
Abalanzóse a ella Jacobo con grandes ansias, y sin mirar apenas el sobre, rasgólo en dos pedazos... Currita le devoraba con la vista, mas no pudo notar en su rostro señal de gozo ni satisfacción alguna; observó tan sólo una gran ansiedad mientras leía, y luego una honda preocupación que le duró toda la comida.
Id, id con Dios, señor Francisco, id con Dios, y hasta más ver. El cocinero mayor salió tambaleándose como un ebrio. Dorotea empezó á recoger en silencio sus joyas y sus trajes y á guardarlos en los cofres. Durante esta operación no habló una sola palabra. El tío Manolillo, sentado en un sillón, la miraba con ansiedad.
Temía que aquella afirmación de la inocencia de Jacobo, que tanto le había conmovido, no tuviese otro objeto que servir á los tardíos escrúpulos de su pariente, pero las últimas palabras pronunciadas por éste parecían inspirarse en esa convicción y la pobre mujer se sintió de nuevo presa de la mayor ansiedad.
Las facultades mentales están decaídas, la inteligencia apática, versátil; la memoria es débil, el humor variable, y con mas frecuencia importuno é irascible; muchas veces hay ansiedad ó indecision, que es el carácter moral de las personas que hace mucho tiempo padecen ó que están sometidas á la instabilidad de una salud cada dia mas alterada, y entregadas á las dudas de su restablecimiento.
Detrás de él dos jóvenes de diez y seis y veinte años, respectivamente, de piel blanca como la de los europeos, pero no atezada como la que suele distinguir a la gente de mar, parecían esperar con cierta ansiedad el resultado de la minuciosa observación que estaba practicando el del anteojo. ¿Ves algo? le preguntó al poco rato el más joven de ellos.
Manejaba con torpeza la cerrada sombrilla, y de vez en cuando miraba con ansiedad la doble cadena de oro que descendía del cuello a la cintura, como si temiese la desaparición de un regalo largamente solicitado. Rafael dejó de examinarla para fijarse en su señora.
Lo cierto es que había pasado la noche fatigada, y con buen dolor de cabeza. A la mañana siguiente, mayor quebranto, fiebre; y a la noche, una meningitis, con todo su cortejo. El delirio, sobre todo, franco y prolongado a más no pedir. Concomitantemente, una ansiedad angustiosa, imposible de calmar.
Perfectamente bien dijo la señora observando con ansiedad el semblante de Torquemada . ¿Y en casa? No hay novedad, a Dios gracias. Doña Lupe esperaba aquel día noticia de un asunto que le interesaba mucho. Como siempre se ponía en lo peor para que las desgracias no la cogieran desprevenida, pensó, al ver entrar a su agente, que le traía malas nuevas. Temió preguntarle.
Teobaldo inclinó la cabeza y prosiguió, al cabo de un momento: »Un solo medio queda, que yo le diré. »¿Y cuál es? »Lo sabrá usted pasados unos días. »A pesar de nuestras instancias, no quiso satisfacer la ansiedad que experimentábamos.
Palabra del Dia
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