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Si le hablaban de las perdices y los conejos hacía un mohín de disgusto y movía el rabo con impaciencia como si tratase de pasar a otro asunto. Las perdices y los ánades eran para él cuentos del tiempo viejo, calaveradas de la juventud; que le dejasen de romanticismos y le hablasen de las buenas siestas al pie de la chimenea y de los buenos platos de cocido con desperdicios.

Las ánades abundan de muy diferentes tamaños, encontrándose desde el pato real, negro y blanco con cabeza roja, hasta el pequeño y chillón, que habita en los manglares. El martín pescador y martín cazador, que se alimentan de peces é insectos.

Cloqueaban las gallinas, cantaba el gallo, saltaban los conejos por las sinuosidades de un gran montón de leña tierna, y vigilados por los dos hijos pequeños de Teresa, flotaban los ánades en la vecina acequia y correteaban las manadas de polluelos por los rastrojos, piando incesantemente, moviendo sus cuerpecillos sonrosados, cubiertos apenas de fino plumón.

Y en esta jornada postrera y yo, como dos nigromantes de esos que el vulgo llama brujos, vamos á dar tres grandes vuelos: el primero á modo de águilas cerniéndonos sobre las cumbres de las montañas; el segundo como ánades por las orillas del Guadalquivir abajo; el tercero como alondras que con inciertos giros revolotean en la campiña de aquí para allá, atraidas por los destellos de los objetos lucientes, y se remontan gorjeando cuando no hallan atractivo en el suelo.

Hay mucha especie de volalla en esta tierra, como pichones, tórtolas, ánades, faisanes, perdices, &a., de las cuales hago mencion, como útiles, aunque los indios no las estiman. Vénse tambien aves de rapiña, como aguilas, buitres, milanos, lechuzas y halcones, pero no leones ni tigres, sino en la Cordillera.

La propia Teletusa, acompañándose con la vihuela, cantaba deliciosos villancicos y coplas. Ora cantaba Dos ánades madre Que van por aquí. Ora por lo sentimental y lo tierno, coplas como esta: Pues que jamás olvidaro No puede mi corazón Si me falta galardón ¡Ay que mal hice en miraros! Ora, por último siguiendo el estilo picaresco, aquello de

El hecho es que cuando llega el verano, cuando las charcas se secan y el blanco légamo de las acequias se agrieta con los grandes calores, es imposible habitar la isla. Yo pude apreciar eso una vez en el mes de agosto, viniendo a cazar ánades silvestres, y jamás olvidaré el aspecto triste y feroz de este paisaje abrasado.

Cisnes, patos y ánades bogaban, aquéllos con su acostumbrada fantástica suavidad, balanceando el largo cuello, éstos graznando desapaciblemente, todos con rumbo a la orilla apenas Lucía y Pilar se acercaban, en demanda de mendrugos de pan, que engullían atragantándose y alzando al aire la cola . La isleta y el pino que en ella crecía lanzaban a la superficie del estanque misteriosa sombra.

Y alargó al mismo tiempo su mano a Tristán que la estrechó tiernamente. Ya estoy encañonado, y por lejos que me vaya el tiro de Clara me alcanzará. ¡Oh, si supieseis qué lejos he disparado a uno de estos ánades! y mostraba los dos que traía colgados al cinto . Una verdadera casualidad que haya caído... Del lado de allá de la charca grande Fidel levantó los dos. ¡Pan!

Azores de Noruega, de Cerdeña, de Esclavonia; y aquellos que hizo traer de Algeciras don Alonso Blázquez Serrano, más chicos que los otros, pero que bajaban dos ánades a un tiempo y apresaban la liebre sin la ayuda del galgo. Allí dos halconeros, por distraer a la muchedumbre, le ponían y le quitaban el capirote a un rabioso gerifalte.