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Prescindiendo, pues, de estas expediciones hechas por nuestro poeta, movido por causas exteriores, casi hasta nuestros días, y obedeciendo á su natural afición, ha acometido otras casi anuales á Argel, á Suecia y Noruega, y otra vez á España, en el invierno de 1883 á 84.

Antes que admitir á éstas, el río azul se acumulaba en su curso formando un dorso, una bóveda, con dos pendientes por las que resbalaban los cuerpos. La corriente atlántica, al llegar á Terranova, se abría de brazos, enviando uno de ellos al mar del Polo. Con el otro, débil y rendido por el largo viaje, modificaba la temperatura de las islas Británicas, entibiando dulcemente las costas de Noruega.

El coche entró al fin en la casa, haciendo retemblar los cristales de la gran mampara, y se detuvo al pie de la anchurosa y alfombrada escalera... También estaba esta vacía, y sólo vio el niño al pie de ella al grave oso de Noruega, Bruin, como le llamaban en casa, abriendo su gran boca armada de dientes enormes y presentándole la bandeja, como si le invitara a depositar en ella sus premios.

Púsose después a peinar las largas lanas de Bruin, el oso de Noruega, su mudo compañero; y en esta operación se hallaba, cuando un tropel de gente sospechosa invadió de repente la casa, en actitud nada tranquilizadora.

Desfalleciente, perdido en el mar, entibia, no obstante, un poco la Noruega, y halla medio todavía de llevar á las costas de la Islandia las maderas de América, sin las cuales moriría esa pobre isla nevada bajo su volcán. Los dos hermanos, el Indico y el Americano, se asemejan en que, salidos de la Línea, del horno eléctrico del globo, arrastran prodigiosas potencias de creación, de agitación.

Es de Ostende tambien que parten todos los años las numerosas flotas de barcas pescadoras, á buscar en el mar de Noruega y todo el mar del Norte su abundante provision de harenques y bacalao, que tienen tan extenso consumo en Europa, en competencia con el producto de la pesca holandesa. Bien sabido es tambien que Ostende especula con la cria permanente de sus renombradas ostras.

Y los cielos parecía que habían hablado por su boca; tal fué su acento de armónico y delicado, y el soldado, con su mejor gracia posible, replicó: Si no Dios, al menos los ángeles están en nuestra compañía; vuestro sirviente, dama hermosa, ha cumplido con vuestro dadivoso encargo, y mirad lo que mandáis, que obligación tengo de obedeceros, aunque menester fuera ir a las tierras del Catay, o a la noche de la Noruega; mandad, señora, y no reparéis en este entorpecimiento de mi persona, apoyada en rodrigones de palo; mandadme, que tal fuerza haría la voluntad, que todavía se hiciese obedecer cumplidamente de la ligereza del cuerpo.

Era docto, virtuoso y laboriosísimo, y dice Cristóbal de Santisteban en el libro Mar de historias que le dedicó, que los dias del obispo parecian mas largos que las noches de Noruega, segun las cosas que hacia y despachaba.

Volvió el príncipe á su yate, y un año después le alcanzó la noticia triste y esperada, hallándose en el Norte de Noruega, al regreso de una excursión por los mares árticos.

Al fin se murió de vieja, mucho antes de que la suprimiesen las leyes revolucionarias. Estaba cansada de existir; el mundo había cambiado, y sus fiestas resultaban algo semejante a lo que sería una corrida de toros en Noruega, entre hielos y con cielo obscuro. Le faltaba ambiente.