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Porque tienes en perspectiva todo lo que se puede ambicionar. Puede ser... murmuró María Teresa, distraída. Su mirada erraba por el salón; de pronto, designando sobre una consola Luis XV, un jarrón de cristal verde incrustado de oro, que sostenía un gran ramo de violetas de Parma, exclamó: ¡Mira qué linda copa!... Juan acaba de mandármela de Bohemia.

TERPSY. Yo, hija mía, le digo a usted la verdad... Usted no sabe sentarse ni levantarse; usted no sabe acostarse... ¡Usted no sabe andar...! ¡Usted no sabe inclinarse...! Procure usted designar un objeto; este jarrón... Y diga: «¡He aquí un jarrón...!»

El polvo deslustraba las hermosas lacas, y tendido sobre todo una neblina áspera y gris que no podía ser tocada sin estremecimiento de nervios. Sobre la chimenea permanecía un jarrón con flores que fueron naturales y frescas nueve años antes. Eran ya un indescriptible harapo cárdeno, que al ser tocado, caía en partículas secas y sonantes, como los despojos de cien otoños.

»¿Quién ha roto este jarrón? »Carlos permaneció silencioso. »¿Quién ha roto este jarrón? repitió el Duque con voz imperiosa, levantando el bastón. »¡He sido yo! repuso tímidamente el generoso Carlos. »Disponíase el Duque a golpearle, cuando apareció Teobaldo.

Había también en su interior una tira más pequeña de papel de arroz con dos caracteres exóticos, trazados con tinta china, en los que reconocí inmediatamente la tarjeta de visita de Hop-Sing. La traducción de todo aquello era la siguiente: «Las puertas de mi casa no están cerradas para el forastero; el jarrón de arroz está a la izquierda y los dulces a la derecha de la entrada.

Los franceses creen, y creen muy bien, que la venta es igual á la venta, y que tan vender es vender un Cristo de plata como un jarron de china. Siga el buen Jeannin siendo sucesor de Sellier, el cielo le muchos sucesores afortunados, y ojalá que los taberneros de mi país hicieran consistir su orgullo en ser depositarios de una herencia de probidad y de decoro.

No es un santo, ¡oh, no!: le tuerce los ojos a su criada francesa cuando no le quiere dar más dulces, y se sentó una vez en visita con las pierna cruzadas, y rompió un día un jarrón muy hermoso, corriendo detrás de un gato.

Tiene un jarrón de China, que hubo quién sabe en qué lances, y ya lo trajo, para que adorne la fiesta; pero quiere que esté donde lo vea la niña Ana. ¡Ahora que ha empezado la temporada en la finca! Andar, bien, andar, Ana no puede; pero Petrona la acompaña mucho y Sol, siempre que van Juan y Lucía a pasear por la hacienda, porque entonces ¡qué casualidad! entonces siempre necesita Ana de Sol.

Aunque sea mala comparación, nadie, que no esté demente, compra un rico vaso de china, un artístico jarrón de porcelana de Sevres para ponerle en el corral y echar en él afrecho que coman las gallinas. Para esto basta y sobra con un lebrillo o con un tinajón de Lucena. El vaso artístico requiere un bello salón donde colocarle: pide flores peregrinas que luzcan en él.

Antes hacían de plata pura todo lo de la mesa, y las jarras y fruteras que se hacen hoy en máquina: no más que para darle figura de jarra a un redondel de plata estaba el pobre hombre dándole con el martillo alrededor de una punta del yunque, hasta que empezaba a tener figura de jarrón, y luego lo hundía de un lado y lo iba anchando de otro, hasta que quedaba redondo de abajo y estrecho en la boca, y luego, a fuerza de mano, le iba bordando de adentro los dibujos y las flores.