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Una noche leyó en la cama un libro que hablaba de un místico medio loco, italiano, de la Edad Media, a quien llamaban el juglar de Dios; parecía el payaso de la gloria: lleno del amor de Jesús, se reía de la Iglesia y daba por hecho que él se condenaría, pero llevando al infierno su pasión divina, que nadie podía arrancarle: y el tal Jacopone de Todi, que así le llamaba el vulgo, que se reía de él y le admiraba, hacía atrocidades ridículas para que su penitencia no fuese ensalzada, sino objeto de burla; y salía andando con las manos, cabeza abajo y los pies al aire; y se untaba de aceite todo el cuerpo, desnudo, y se echaba a rodar sobre un montón de plumas, que se le pegaban al cuerpo; y de esta facha salía por las calles para que los chiquillos le corrieran....

Su entusiasmo es círculo de fuego donde se abrasan cuantos le rodean; los rotativos propalan la noticia, que, al rebasar las fronteras francesas, es recogida por la Prensa de todas las naciones y vuelve á París ensalzada, magnificada. El estreno de «Chantecler» se convierte en un asunto de interés mundial.

El vino, Fermín, es la bebida universal por excelencia, la más sana de todas la que el hombre usa para su nutrición o su recreo. Es la bebida que mereció los honores de la embriaguez de todo un dios del paganismo. Es la bebida cantada por los poetas griegos y romanos, la celebrada por los pintores, la ensalzada por los médicos.

Y en cuanto a Timoclea, tan ensalzada por Plutarco, y a la que el macedón Alejandro concedió su admiración, todavía doña Inés tenía más que criticar, porque Timoclea, durante el saco de Tebas, no acertó a defenderse del capitán de los tracios, y sólo después le mató arrojándole a un pozo, porque aquel bárbaro le pidió dinero; de suerte que, si se lo hubiera dado, en vez de pedírselo, él hubiera quedado vivo y la anterior violencia impune.

Y vos, señora, ordenad A Silvia lo que ha de hacer; Y vos, Silvia, á su querer Sujetad la voluntad. Cristiana, de donde eres? Eres pobre, ó eres rica? De suerte ensalzada ó chica? No me lo niegues, si quieres; Porque soi qual muger, Y no de entrañas tan duras, Que tus tristes desventuras No me hayan de enternecer.

Esto me sucede también en mis horas de recogimiento místico; en mis meditaciones siento como un fuego dentro del corazón, cuya llama no puede salir del pecho; verdaderamente, Dios no necesita de mis palabras para comprender mis intenciones, pero yo desearía que el fuego que pugna por salir del pecho convertido en palabras, se deslizara poco a poco por mi boca en cantos de alabanzas, en acciones de gracias, en himnos y oraciones; y que después pudieran escribirse, para que por siempre fuera su gloria ensalzada como yo lo deseo en los misteriosos secretos de mi corazón.

El arte de la danza es importantísimo y serio. Los antiguos le estimaban como lazo de unión y como centro de todas las artes del espíritu, que llamaban música en su más lato sentido, y de todos los ejercicios corporales, que llamaban gimnástica. La danza además era ensalzada por su complexidad; porque en ella se combinan el sonido y la forma, el dibujo y la melodía, lo plástico y lo aéreo.

Más allá, por la madrugada, cuando retirado en la serre tomaba apresuradamente algunas notas, acercósele Butrón, rendido y satisfecho, como el caudillo después de la victoria, y adelantando la torneada pierna que el calzón corto y la media de seda negra ceñían por completo, haciendo ondular con juvenil garbo la airosa capa veneciana, díjole con entonación solemne, con misterio profundo, metiéndole la punta de la nariz dentro de la oreja izquierda: ¡López!... ¡Mucho ojo!... Su compte-rendu de usted nos asegura el triunfo... Que toda esa gentecilla cursi vea su nombre en La Flor de Lis, ensalzada por el reporter elegante de los salones, y es nuestra para siempre... ¡Fuera escrúpulos!... ¡La de Martínez, bellísima!... ¡La García Gómez, encantadora!... Esta que viene aquí, un portento; la Victoria Colonna, de este siglo...

A dios, conversaciones suficientes A entretener un pecho cuidadoso, Y á dos mil desvalidos pretendientes. A dios, sitio agradable y mentiroso, Do fueron dos gigantes abrasados Con el rayo de Jupiter fogoso. A dios teatros publicos, honrados Por la ignorancia que ensalzada veo En cien mil disparates recitados.