United States or Western Sahara ? Vote for the TOP Country of the Week !


Por último, aquellas tinieblas en que se habían cruzado los resplandores de los primeros tiros, comenzaron a disiparse; vislumbramos las recortaduras de los cerros lejanos, de aquel suave, inmóvil oleaje de tierra, semejante a un mar de fango, petrificado en el apogeo de sus tempestades; principiamos a distinguir el ondular de la carretera, blanqueada por su propio polvo, y las masas negras del ejército, diseminado en columnas y en líneas; empezamos a ver la azulada masa de los olivares en el fondo y a mano derecha; a la izquierda las colinas que iban descendiendo hacia el río.

¡Extraña niña! Casi todas las mañanas, cuando el tiempo está bueno, la veo pasar por debajo de las ventanas de mi torre; me saluda con un grave movimiento de cabeza, que hace ondular la pluma negra de su fieltro y luego se aleja lentamente por el sombrío sendero que atraviesa las ruinas del antiguo castillo.

Al fin, si la temperatura continúa bajando, el arroyo se solidifica de una á otra orilla, y á veces se congela hasta el fondo, convirtiéndose en una calzada de mármol verdoso manchado de puntos blancos por las vesículas de aire que encierra. Las cascadas, solidificadas, parecen de lejos cortinajes de seda cuyos pliegues han cesado de ondular.

Rasga el aire un silbido agudísimo. Corre ligero el tren por un largo viaducto de tres filas de arcos desde el cual se ve el río Suize ondular lo mismo que una culebra, por entre los prados. Aparecen en el horizonte siluetas de campanarios, de cúpulas y de techumbres de teja, destacándose sobre el oscuro verdor de los árboles, y el tren detiene poco a poco su marcha.

Margarita estaba sentada ante una mesilla de valiosas incrustaciones, colocada delante de un balcón y sobre la cual, sostenido por dos amorcillos de bronce, había un espejo bastante grande para retratar entre sus abiselados bordes la cabeza de la hermosa dama, a quien una doncella sujetaba con dos horquillas de oro el rodete bajo en que, según la moda, estaba recogido el pelo después de ondular ligeramente hacia las sienes.

Cuando un naufragio arroja cantidad de medusas ú otros cuerpos, veréis ondular la arena, moverse, cubriéndose en seguida de nubes de esos sepultureros bailadores, que hormigueando, dando brincos, limpian alegremente la playa, esforzándose para dejarlo todo barrido entre dos mareas.

No pudo decir más. Se ahogaba. Un estertor hizo ondular su garganta, como si por dentro de ella rodase una bola dolorosa. El príncipe tuvo que apelar á toda su fuerza para sostener este cuerpo. Sonó junto á él una voz con el mismo acento monótono y bajo que si hablase en la habitación de un moribundo. Era Valeria que también lloraba, sintiendo de nuevo el contagio de las lágrimas.

Aquellos salones deslumbrantes de luz, saturados de perfumes, henchidos de bellezas cargadas de lujo y de pasiones; el incesante crujir de las telas; el ondular de las colas, arrastradas sobre los aterciopelados tapices; el rumor de las conversaciones, el centelleo de las joyas, los suaves acordes de la invisible orquesta, y el flujo y reflujo de la muchedumbre, verdadero mar de colores y sonidos derramado por aquellos ámbitos esplendentes, ora en impetuoso torbellino agitado por los huracanes de la danza, ora en sosegado vaivén durante los intermedios; toda aquella magnificencia, en suma, toda aquella pomposidad babilónica, ejercía sobre el espíritu cierta impresión de borrachera, que disculpaba, en lo humano, el éxtasis en que el marqués admiraba el espectáculo, la pasión con que la marquesa hacía los honores de él, y la voluptuosidad con que la hija se dejaba mecer sobre el oleaje de aquella tempestad de deleites.

Tiene callejuelas tortuosas que reptan monte arriba; tiene vías anchas sombreadas por plátanos; tiene viejas casas de piedra con escudos y balcones voladizos; tiene una iglesia con filigranas del Renacimiento, con una soberbia reja dorada, con una torre puntiaguda; tiene una plaza donde hay un hondo estanque de aguas diáfanas que las mujeres bajan por una ancha gradería a coger en sus cántaros; tiene un castillo que aún conserva la torre del homenaje, y en cuyos salones don Diego Pacheco, gran protector de los moriscos, vería ondular el cuerpo serpentino de las troteras.

Unas jaulas de bronce pendientes del techo empezaban a balancearse, y dentro de ellas saltaban los canarios, sin dejar de cantar, buscando en el vaivén de su prisión un punto inmóvil. Las cortinillas de las ventanas, sujetas por sus abrazaderas, agitábanse bajo un soplo invisible. El suelo de mosaico, liso, unido, inerte a la vista, parecía ondular como si por debajo de él mugiese un huracán.