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La inteligencia, el talento y el saber serán llamados de nuevo a dirigir los destinos públicos como en todos los países civilizados.

Lavalle había sido menos afortunado en Buenos Aires, y Rosas, que estaba destinado a figurar un papel tan sombrío y espantoso en la historia argentina, ya empezaba a influir en los negocios públicos y gobernaba la ciudad.

Estos hechos, públicos y privados, constituyen la historia civil y religiosa, política, militar, legislativa, administrativa: historia de las creencias, de la ciencia, del arte, de la literatura, de todo lo que tiene vida y accion en el cuerpo social, su inteligencia y sus pasiones.

A la vez que así nos sacaba roñosos maravedises para su majestad, echóse su señoría a pesquisar a todos los empleados que tenían manejo de fondos públicos; y tal revoltijo y gatuperio hallaría en el examen de algunas cuentas, que plantó en chirona a encopetados personajes responsables de éstas.

Esas costumbres de independencia femenil, que nos asombran a los latinos y que en los últimos tiempos han empezado a ser fuente de preocupación para los mismos yanquis, han dado por resultado la confianza tranquila que sostiene a las mujeres en todos los sitios públicos.

Causa admiracion el extraordinario aseo de las casas en su interior y exterior, de las calles, los muelles y todos los edificios y lugares públicos; y es tal el prestigio de esa pulcritud que aun las casas mas viejas, pintadas con esmero y lustrosas, parecen acabadas de edificar.

No era una época de activas pesquisas y de grandes rumores públicos; y, en cuanto al acta de su casamiento, estaba muy lejos, escondida en páginas que nadie hojeaba; que nadie, excepto él, tenía interés en consultar. Dunsey, si reaparecía, sería capaz de traicionarlo; pero se podía comprar el silencio a Dunsey.

De su pasado conservaba cierta veneración por los escritores. Por esto era amigo de Isidro desde que le conoció en casa de su vecina la señora Eusebia. Algunas veces recordaba su época de impresor. El no leía los papeles públicos, cuando de tarde en tarde iba a Madrid; pero creía que sus tiempos habían sido mejores, y que los que ahora escribían estaban muy por debajo de los que él había conocido.

En 1760 el Asistente, D. Ramón Larrumbe, dando una prueba de cultura, volvió á tomar disposiciones sobre el asunto, y el día 27 de Octubre se fijó é hizo publicar un bando en el cual se leen estos párrafos: «Manda el señor Asistente que todos los vecinos de esta ciudad, barrio de Triana y sus arrabales, desde 1.º de Noviembre próximo hasta fin de Abril del año que viene, pongan faroles en lo exterior de las casas, que den luz á las calles y pasos públicos; lo que han de ejecutar desde media hora después de oraciones hasta las once de la noche: pena al que contraviniere lo mandado, de dos ducados por la primera vez, cuatro por la segunda y ocho por la tercera, aplicándose dichas multas al ministro, soldado ó persona que denunciare la contraversión en el todo ó parte de lo mandado...» Y más adelante se añadía: «Que desde las once de la noche en adelante, ningún vecino de cualquier calidad y condición que sea, pueda andar sin luz por las calles, llevándola por ó por sus criados con linterna, farol, acha ó mechón; pena al que contravenga, siendo persona distinguida, de seis ducados de multa con la referida aplicación; y al que no sea de esta circunstancia se le tendrá por persona sospechosa, y se le tendrá en la cárcel, para que averiguado su modo de vivir, se le el destino correspondiente, etc., etc

Tenía razón el buen marqués, creyendo que «a los hombres públicos los forman las circunstancias, el hado, un momento de la vida». Lo malo para él fue que ese momento no le llegó hasta la hora de su muerte.