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Una vez lo vi rodeado de todos los ordenanzas del Congreso, que andaban en no qué gestión ministerial, y se entretenían en contar el modo de ser y de vivir de cada congresal, en aquilatar sus méritos como oradores y sus probabilidades de reelección, en criticar su vestuario y hasta en vituperar su procedimiento dentro de la Cámara.

La casa Dupont es mi refugio: si saliese de ella, tendría que volver con toda mi prole a la miseria desesperada de Madrid. Estoy aquí como un vagabundo que encuentra posada y toma buenamente lo que le dan, sin permitirse criticar a sus bienhechores. El recuerdo del pasado, con sus ilusiones y sus alardes de independencia, despertaba en él cierto rubor.

Y en cuanto a Timoclea, tan ensalzada por Plutarco, y a la que el macedón Alejandro concedió su admiración, todavía doña Inés tenía más que criticar, porque Timoclea, durante el saco de Tebas, no acertó a defenderse del capitán de los tracios, y sólo después le mató arrojándole a un pozo, porque aquel bárbaro le pidió dinero; de suerte que, si se lo hubiera dado, en vez de pedírselo, él hubiera quedado vivo y la anterior violencia impune.

Seguro del apoyo del gobierno, no le inspiraban miedo sus discursos, y hasta se atrevía á criticar su existencia privada, dudando de su aparente severidad y acusándolo de hipocresía. ¡Ah! ¿Conque es Momaren el que desea la muerte de ese pobre gigante? Después de proferir tales palabras, el senador se mostró dispuesto á aceptar sin resistencia todo lo que dijese Flimnap.

Dicen los que entienden de Hacienda, que es menester proporcionarse recursos y que no nos los podemos proporcionar con menos sacrificios. Si esto es así, Dios me libre de criticar al Sr. Ministro de Hacienda.

El elemento devoto era todo el pueblo en llegando el mal tiempo, y hasta los socios de Viernes santo, unos perdidos que se juntaban durante la Semana de Pasión a comer de carne en la fonda, hasta esos acudían al templo, si bien a criticar a los predicadores y mirar a las muchachas.

¿Porque le critican? respondió la condesa ; no por cierto; yo me tomo algunas veces la libertad de hacerlo. Todo el que se presenta al público, le da ese derecho. No digo pobre al oírle criticar; lo digo al oír algunos elogios que de él hacen. ¿Y por qué, condesa?, el elogio siempre es lisonjero.

Si hay alguna obra digna de ser guardada en el santuario más recóndito del arte, es, sin duda, El Príncipe constante, porque el poeta ha prodigado en ella todos sus encantos hasta un extremo inconcebible, empeñando todas sus fuerzas en componer una obra maestra de perfección sin igual y superior á las facultades humanas; la devoción y la fe, como el sonido solemne del órgano, llenan su conjunto y parecen imprimirle su carácter divino, celebrando lo terrestre y su transfiguración más elevada, y convirtiendo los dolores y las lágrimas, himno que pronuncian los labios del mártir moribundo, en cántico de adoración y de júbilo . Tales son las palabras que nos sugiere nuestro sentimiento, excitado por la obra más eminente de uno de los más grandes poetas de todos los tiempos, costándonos no poco esfuerzo recobrar de nuevo la tranquilidad de espíritu necesaria para analizar y criticar las demás creaciones suyas.

¡Que se necesita una semana para leer todo esto y ante la imposibilidad de hacerlo acaba uno por no leer más que los títulos y a veces ni eso! ¿De modo que los diarios no sirven para nada? Van en ese camino, como que han pasado de la síntesis informativa a la dilución abrumadora. ¡Es ganas de criticar! No hay tal y en menos; pero mira... 36 páginas... y... 24 páginas...

¡Cuánta razón tenía Voltaire para criticar en el Eldorado las funestas exageraciones de los viajeros de América que abultaban desde las cascadas hasta los yacimientos de oro, produciendo aquellas decepciones que se traducían en crueldades de todo género sobre el pobre indio!