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Un fulgor breve, brillante, vaciló de improviso a través del cuarto, bailando por las paredes, vagando en reflejos amarillentos sobre el escritorio, e hizo brotar de la obscuridad, como un espectro agazapado, la mesa de tocador cubierta de blanco. El doctor había encendido un fósforo y buscaba la pequeña lámpara de pantalla verde que iluminó las noches sin sueño de Olga.

Al incorporarse se quitó el sombrero instintivamente, quedando de pie y descubierto ante la pobre niña. Nada había que hacer. Era la agonía, la lucha tenaz y horripilante, el supremo dolor, que espera agazapado al final de toda existencia. La vieja habló a Salvatierra de sus opiniones acerca de la enfermedad, esperando que las aprobase.

En esto, se había acomodado o sentádose en el suelo el Piedepalo, Diablo Cojuelo segundo deste nombre, diciendo muchas galanterías a las damas, y entró el Murciélago, llamado así porque pedía de noche a gritos por las calles, con Sopaenvino, que le había encontrado agazapado en una taberna y sacado por el rastro de los mosquitos que salían dél, como de la cuba de Sahagún.

Comenzó a sonar una campana; la gente fué afluyendo, primero, poco a poco, luego de golpe; los dos bancos destinados a los parientes y amigos se llenaron, y comenzó la misa. Yo estaba asustado; ya sabía que en el túmulo no había nadie; pero me parecia que allí dentro debía de estar agazapado el tío Juan con sus cadenas y sus letras ignominiosas en la espalda.

Muchos relatos, allá en la torre solariega, le habían hecho saber lo que era el peligro de la rabia y el pavor que esparcía por los pueblos y campiñas aquel hocico agazapado que iba sembrando el furor y la muerte.

Entonces Martín cargó el fusil y, sacando el cuerpo por la ventanilla, comenzó a hacer disparos atendiendo al ruido de las pisadas de los caballos; los que les seguían disparaban también, pero la noche estaba negra y ni Martín ni los perseguidores afinaban la puntería. Bautista, agazapado en el pescante, llevaba los caballos al galope; ninguno de los animales estaba herido, la cosa iba bien.

Alarmáronse los parciales del Gobierno, y el señor Fernández Gallego, que entre los curiosos andaba agazapado, frunció el acento circunflejo que sobre la nariz tenía, a la vista de aquella nube de bárbaros hambrientos que salían de los bosques talados de la Revolución y amenazaban invadir las fértiles llanuras del presupuesto, que ellos solos cultivaban. ¿Cuál sería la actitud del monarca?

En cuanto a Paquito, no se diga. Su primer amor había sido una criada que tenía su dormitorio en lo que hoy era despensa. Sabía el Marquesito andar por la cocina a obscuras, a gatas, y ya había medido con su agazapado cuerpo las dimensiones de la carbonera provisional que había cerca del fogón.

Martín mete la mano en el bolsillo, le tira un puñado de monedas de plata y le dice: ¡Quiero quedarme solo con él! Y cuando ha cerrado la puerta, detrás del tabernero, que sale inclinándose, se aproxima lentamente a su hermano, que, con el rostro entre las manos, permanece inmóvil, agazapado en un rincón.

Un personaje prudente, agazapado en el fondo del fuco, bajo las violadas coralinas el cangrejo, avanza curioso, y después de lanzar una mirada furtiva, se zambulle en su selva. «Pero ¿qué veo?, ¿qué es esto?: una concha enorme, inmóvil hasta este momento, recobra la vida, prueba á andar... ¡Oh! esto no es natural. ¡Vaya un fraude más grosero!