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La escorpena unas veces nada y otras vuela; perseguida por los otros peces se lanza, sostiénese en el aire, y si le dan caza las aves, se zambulle en seguida en el mar. El proverbio popular: «Feliz como el pez en el aguaexpresa una verdad. Durante la calma, un globo de aire más ó menos cargado y que le permite graduar su peso, le hace navegar á su sabor suspendido entre dos aguas.

Cruzóse de brazos, movió de arriba abajo la gran cabezota y desapareció sigilosamente por entre los bastidores, metiéndose luego por debajo del escenario como un nihilista que se zambulle en el centro de la tierra para fraguar siniestros proyectos...

Para apoderarse de uno de estos animales, se echa un indio al agua, nadando con un solo brazo y llevando con el otro una vara bastante larga, en cuyo remate va fijada la estremidad de un lazo de cuero: acercándose luego muy pausadamente al feroz reptil, que se mantiene inmóvil y con los ojos fijos en su presa, procura envolverle el lazo alrededor del cuello; si logra su intento, los indios que están en la orilla teniendo la otra punta del lazo, tiran inmediatamente de él para sacar al animal á tierra; pero si se yerra el golpe, no le queda al cazador otro recurso de salvacion que perseguir al caiman, echándosele resueltamente encima, para asustarlo y tener tiempo de ganar la orilla mientras él se zambulle.

Todo el ser se escapa, vuela, se evapora. Se es la gaviota que se zambulle, el polvo de espuma que sobrenada al sol entre dos olas, el blanco humo de aquel vapor-correo que desaparece en la lejanía, esa pequeña barca de rojo velamen dedicada a la pesca de corales, aquella perla de agua, ese jirón de bruma, todo, menos uno mismo... ¡Oh, qué deliciosas horas de semisueño y de divagaciones las que pasé en mi isla!...

Razonando filosóficamente, pensó que era tontuna perderse un hombre por perrerías de una mala pécora; que de hembras está más poblado este pícaro mundo, y que como dijo no quién, las mujeres son como las ranas, que por una que zambulle salen cuatro a flor de agua.

Un personaje prudente, agazapado en el fondo del fuco, bajo las violadas coralinas el cangrejo, avanza curioso, y después de lanzar una mirada furtiva, se zambulle en su selva. «Pero ¿qué veo?, ¿qué es esto?: una concha enorme, inmóvil hasta este momento, recobra la vida, prueba á andar... ¡Oh! esto no es natural. ¡Vaya un fraude más grosero!

A los aullidos del perro no tarda en presentarse algun caiman, mostrando primeramente sobre el agua las órbitas salientes de sus ojos y la estremidad del hocico: permanece desde luego algunos instantes en observacion, y con la vista clavada en su presa; en seguida se zambulle para reaparecer sobre la orilla, donde se arrastra lentamente hácia el pobre perro, que, magnetizado por tan terrible enemigo, queda sin movimiento, algunas veces tiembla, otras, en fin, hace los mas violentos esfuerzos para romper las cuerdas que lo sugetan, y escapar á la horrenda boca que se abre para tragarlo.