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Actualizado: 14 de junio de 2025
Artegui ejecutó lo primero; pero antes de realizar lo segundo, murmuró al oído mismo de Lucía: En Bayona me dijiste una vez: «¿Me va usted a dejar sola?» Ahora me toca a mí repetírtelo. Quédate.... A tiempo estás aún. Ten compasión de mí, y de ti. Porque la tengo... replicó ella ahogándose . Por eso.... Adiós, Don Ignacio. Hasta luego contestó una voz perceptible apenas. La puerta se cerró.
Llegóse a él, y con priesa, por no ser vista, le dijo: Andrés que ya sabía su nombre , yo soy doncella y rica; que mi madre no tiene otro hijo sino a mí, y este mesón es suyo, y amén desto, tiene muchos majuelos, y otros dos pares de casas. Hasme parecido bien: si me quieres por esposa, a ti está; respóndeme presto, y si eres discreto, quédate, y verás qué vida nos damos.
Hasta aquel instante no había reparado que Emma se había quitado muchos años de encima aquella noche, sobre todo en aquel momento; no le parecía una mujer bella y fresca, no había allí ni perfección de facciones ni lozanía; pero había mucha expresión; el mismo cansancio de la fisonomía; cierta especie de elegía que canta el rostro de una mujer nerviosa y apasionada que pierde la tersura de la piel y que parece llorar a solas el peso de los años; la complicada historia sentimental que revelan los nacientes surcos de las sienes y los que empiezan a dibujarse bajo los ojos; la intensidad de intención seria, profunda y dolorosa de la mirada, que contrasta con la tirantez de ciertas facciones, con la inercia de los labios y la sequedad de las mejillas: estos y otros signos le parecieron a Bonis atractivos románticos de su esposa en aquel momento, y el imperativo quédate tú le halagó el amor propio y los sentidos, después del mucho tiempo que había pasado sin que Emma hiciera uso de la regia prerrogativa.
Y no creas que hago esto para que me eches bendiciones. Pero conste que no te ahogo; y para que veas lo bueno que soy....» Se detuvo y meditó un momento, llevándose la mano al bolsillo y mirando al suelo. «Nada, nada.... Quédate con Dios.» Y á otra.
No había necesidad de eso. No tengo ningún deseo de ir. Si quieres que esté aquí hasta que amanezca, aquí estoy... Y a mí no me gusta ni me gustará jamás otra mujer que tú. La firmeza y sinceridad con que pronuncié estas últimas palabras la conmovieron. Me apretó la mano con ternura y dijo, sacando otra vez la corbata por la reja: Toma; tengo confiansa en ti. Quédate con ella.
Y quédate con el resto del dinero, porque a ti puede hacerte falta y a mí no. Mario quedó suspenso. Una vaga inquietud agitó momentáneamente su espíritu; pero con la inconsciencia que le caracterizaba no pensó más en ello. Sin embargo, a la segunda vez que esto pasó no pudo menos de preguntar: ¿Y de dónde sacas tú el dinero? Carlota se puso colorada.
Al único que quería él era a Juanito; con los hijos de Pajares mostraba siempre cierta ironía, sin duda para darse el gusto de mortificar a su hermana. Juan, quédate en el salón mientras yo voy a la cocina a vigilar los preparativos. Vosotras, niñas, entretened al tío. Ahora verás cuánto ha adelantado Conchita en el piano.
Luisa, arrojándose en brazos de Gaspar, exclamó: ¡Gaspar, no te vayas! ¡Quédate con nosotros! El joven se puso muy pálido, y dijo: Soy soldado; me llamo Gaspar Lefèvre; te amo mil veces más que a mi vida; pero un Lefèvre cumple siempre con su deber. Desasiose el joven de los brazos de su novia; Luisa se recostó sobre la mesa y comenzó a gemir en alta voz.
Bien, entonces os prometeréis y Dios os bendecirá». ¡Oh! sí, prometidos... Mira a mi novio, ¡qué hermoso es!... Flores, flores por todas partes... He ahí a mis compañeras con sus largos velos blancos... ¿no oyes el grave sonido del órgano... y la multitud que repite como yo: «¡Qué hermoso es el novio!» ¡Oh! llega el viejo sacerdote... su mano tiembla al unirnos; ya es mío, es mi esposo ¡es mi esposo... ¡Oh! madre mía, quédate, quédate... ¿Me dejas?
Discutir no es creer: la razón agobia al pensamiento, la fe lo dilata. Quédate con tus dudas y déjame con mis consuelos. Para tí, la soberbia humana: para mí, la gracia divina. ¿Y qué es eso? ¿Qué es la gracia? ¿Crees en el progreso moderno? Sí. ¿Sabes fijamente cómo, por qué y con arreglo a qué leyes late, palpita y vuela el fluido eléctrico?
Palabra del Dia
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