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Actualizado: 14 de junio de 2025
Si Melisa está allí, ven a la Arcada y dímelo, y si no está quédate en ella; ¿oyes? Y Arístides se escapó al trote de sus cortas piernecillas, desplegando toda su velocidad. A pocos pasos del camino estaba la Arcada. Con este nombre era conocido un largo e irregular edificio, conteniendo taberna, salón de billar y restaurant.
Materne, desde lo alto de la roca, estuvo escuchando un momento; después, alegremente, dijo: ¡Se han marchado!... Pues bien...; vamos a ver. Tú, Frantz, quédate aquí... por si volviera alguno... A pesar de la advertencia, los tres bajaron adonde se hallaba el caballo. Materne cogió acto continuo la brida, diciendo: ¡Bien, amigo mío!; ahora te enseñaremos a hablar francés. ¡Vámonos! dijo Kasper.
Y notando después que Currito, que no tiene otro oficio que el de paseante, se hallaba entre el concurso, se dirigió a él con estas palabras: Mira, arrastrado; mira al teólogo ahora, y, en vez de burlarte, quédate patitieso de asombro. En efecto, Currito estaba con la boca abierta, inmóvil, verdaderamente asombrado. Mi triunfo fue grande y solemne, aunque impropio de mi carácter.
Quédate más bien en casa de cualquiera de nuestros tíos, como te lo pidieron, y déjame a mi solo... Laura replicó: De ningún modo. No te cuidarías, a pesar de que todavía estás a tiempo... Iremos a cuidarte con Coca. Te haremos allá un confortable hogar... Para nosotras no será sacrificio alguno, porque llevaremos un largo luto antes de podernos distraer y divertir.
Creímos que te habías ido al Congo... No pases, no entres; quédate ahí, que nos vas a poner perdidos los suelos, lavados de esta tarde... ¡Bonita vienes!... Quita allá esas patas, mujer, que manchas los baldosines... ¿En dónde está la señora? dijo Nina, volviendo a mirar los diamantes y esmeraldas, y dudando ya que fueran efectivos.
O mitad de mi alma! ó venturosa Amistad no en trabajos dividida, Ni en la ocasion mas prospera y dichosa! Goza, Leoncio, de la dulce vida, Quedate en la ciudad, que yo no quiero Ser de tus verdes años homicida: Yo solo tengo de ir, yo solo espero Volver con los despojos merecidos A mi inviolable fe y amor sincero.
Tienes la cabeza llena de sangre. ¡Mi puesto está al lado del barón! rugió Roger, forcejeando inútilmente. Quédate aquí, te digo, y te quedarás á las buenas ó á las malas. Necesitarías alas para llegar á la galera. Esta se alejaba gradualmente. ¡Mirad qué valor, cómo se defienden, cómo atacan! continuó Tristán siguiendo los detalles de la lucha á bordo del pirata.
Sí, yo también sentí... Federico: ¿no estará en tu cuarto?... ¡No tiene puerta, mi Dios! ¡Quédate adentro! ¡Puede volver! En efecto, podía volver. Eran las dos y veinte de la mañana. Y juro que fueron fuertes las dos horas que pasamos mi mujer y yo, con la luz prendida hasta que amaneció, ella acostada, yo sentado en la cama, vigilando sin cesar la arpillera flotante. Antes me había curado.
Palabra fea, vuélvete para adentro; no, quédate fuera... Pues chica, no seas pava... ¿crees tú, que el mejor día no te vuelve a querer tu D. Juan?... Como si lo viera. Cuando una se va a morir, ve las cosas claras, muy claritas; la muerte la alumbra a una, y yo te digo que tu señor volverá contigo.
De todos modos, el irte ahora es dar una campanada inútilmente. Tienes que buscar casa donde pasar la noche, y la hora no es á propósito para eso... Quédate á dormir, y mañana será otro día. Y si sigues plantada te puedes ir adonde mejor te parezca. No puede ser repuso con sosiego y firmeza la joven. Vamos, Soledad, no seas chiquilla. Debes comprender que no hay razón para esa terquedad.
Palabra del Dia
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