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Actualizado: 13 de junio de 2025


Y salió. ¿Cómo sucedió que Herminia se levantase y dejando el emparrado se dirigiese hacia el terraplén que daba sobre el camino en que había sido atropellado Mauricio? No es posible explicárselo más que por uno de esos impulsos instintivos que son una especie de autosugestión. Mauricio, deseando ver el sitio donde había rodado á los pies de los jinetes de Ville-d'Avray, entró en la calle y se encontró en presencia de Herminia que le miraba desde lo alto del terraplén. La saludó con política sonriendo amablemente. Herminia se puso tan turbada al verse cogida en flagrante delito de curiosidad, que hizo un brusco movimiento y el bordado se escapó de sus manos y vino á caer á los pies de Mauricio. La joven palideció de contrariedad y las lágrimas acudieron á sus ojos, mientras Mauricio recogía la labor y se la ofrecía sencillamente á Herminia, que hubiera querido que la tierra la tragase. Pensó un momento en huir por el jardín, pero sus piernas se negaron á prestarle ese servicio y se vió obligada á poner buena cara, coger su bordado y dar las gracias con voz tan débil como un suspiro, pero que pareció deliciosa al joven.

¡Eh! ¡vive Dios! ¡don Francisco! dijo deteniéndose de repente el embozado que adelantaba ; ¿así queréis tratar á quien viene á salvaros? ¡Ah! ¡por mis pecados! ¿conque eres , Francisco de Juara? dijo todo admirado Quevedo . ¡Milagro patente que hagas una buena acción! Me conviene. Os tengo cogida una palabra. Cógeme primero á , y sácame de este atollo. A eso vengo, y por vos esperaba.

El Magistral de pies, en el umbral de una puerta, con una colgadura de terciopelo cogida y arrugada por su blanca mano, se inclinaba con gracia, sonreía, y movía la cabeza pequeña y bien torneada diciendo: no con el gesto... con cierta coquetería epicena. ¡Anda, papá! sujétale decía Olvido con voz suplicante, arrastrando las sílabas que parecían salir de la nariz. Imposible.

Esta pobre mosca se mueve violentamente, patalea estremecida de terror. No, no se marchará; Ron la tiene bien cogida. «Las moscas debe de pensar él, que, como hombre de grueso abdomen, será conservador, y como conservador, creerá en las causas finales ; las moscas se han hecho para los saltadores; yo soy saltador, luego esta mosca ha nacido y se ha criado para que yo me la coma

Vamos, papaíto; esta noche solamente repitió la joven con mimo, besándole la mano que tenía cogida. No puede ser; me aburro y me duermo. ¿Por qué no vas con las de Enríquez? Pues por eso precisamente. He ido convidada una porción de veces, y me da vergüenza no llevarlas alguna vez. Manda por un palco, y llévalas. Bien sabes que eso no puede ser, papá.

Se desvanecería de terror viendo a otros hombres afrontar el peligro vistiendo el mismo traje que su Juan. A los tres años de matrimonio, el espada sufrió una cogida en Valencia. Carmen tardó en enterarse.

Y luego añadió, dirigiéndose a sus colegas: Pero ¡qué magnífico animal este Juanillo! Otro, a estas horas, no nos daría ningún trabajo. Le reconoció con gran atención. Una cogida de cuidado; pero ¡había visto tantas!... En los casos de enfermedades que llamaba «corrientes», vacilaba indeciso, no atreviéndose a sostener una opinión.

Mientras se dormían, papá y tiita habían de estar bien pegaditos a las camas sin moverse. Si mantenían conversación entre , las niñas se agitaban y tardaban mucho más en conciliar el sueño. Así que procuraban guardar silencio, o cambiar solamente palabras sueltas en voz baja. Cecilita no podía dormirse sin tener cogida una oreja de su tía.

Ella no entendía mucho de toros. ¿No fue nada aquella cogida?... Gallardo se irritó por el acento de indiferencia con que hacía su pregunta aquella mujer. ¡Y él, cuando se consideraba entre la vida y la muerte, sólo había pensado en ella!... Con una hosquedad de despecho, habló de su cogida y de la convalecencia, que había durado todo el invierno...

Pero Enrique, levantándose furioso contra él, e indignado contra mismo por aquella vergonzosa huida, comenzó a gritar como un energúmeno: ¡Dejádmelo, dejádmelo! Y arrancando unas banderillas al primero que encontró, se fue ciego, frenético hacia el toro, y se las clavó en el pescuezo, sufriendo por ello una nueva cogida.

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